Opinión

El curioso caso de los periódicos gratuitos

A unos cuantos avispados se les iluminó un buen día la calabaza que tenían por bombilla (sin mate argentino de por medio) cuando descubrieron que el gran negocio estaba en la prensa. Oye, le habría dicho don Pepito a don José, ‘con cuatro duros nos inventamos un periódico gratis total y sólo con la publicidad nos montamos en el Madoff, que ya verás’. Y así fue. Se montaron en el Madoff.


Ayer mismo bajó la persiana el diario gratuito ‘Metro’, que inició su andadura en nuestro país en el año 2001, el ‘quinto periódico diario más leído’, según sus empresarios, suecos por cierto. Y desde mi más profundo respeto y admiración por los suecos (de las suecas nada digamos), no puedo ocultar mi pasmo ante la admirable exhibición de lo que por aquí conocemos como hacerse el sueco con que el presidente del periódico cerrado, don Mikael Jensen, baja la persiana y pone el candado media hora después de haber comunicado a la Redacción del periódico que ‘el diario que menos perdía de todos sus competidores’ se iba de crucero por los mares del norte.


La crónica de una muerte anunciada, la de ‘Metro’, quedaría incompleta sin el resto de la santa compaña. Ahí está el caso de ‘ADN’, por ejemplo. Y lo que te rondaré, morena.


Porque lo cierto es que ya en el pasado mes de julio algunos de los principales diarios gratuitos que se editan en España, como ‘Qué!’, ‘20 Minutos’ y el citado ‘ADN’, ante la escasez de lectores, optaron por adelantar las vacaciones de verano y no comparecer a su cita con sus ‘fieles lectores’ un mes antes de lo habitual. La jugada empezaba a patinar.


Cuando cerró ADN, del grupo Planeta, empezaron las preguntas: ¿Se acabó el chollo de los gratuitos? ¿Eran de oro los huevos de la gallina de idem? Pues va a ser que no.


Va a ser que el invento era Madoff en estado naïf. O sea que, como dice el Eclesiastés, si el embrague no patina, ‘nihil novum sub sole’.


O de sempre, vamos. Y es el caso que, como ha dicho un avispado ejecutivo de la prensa gratuita, ‘es imposible que la tarta dé para que coman cuatro’. Sobre todo si la tarta es una torta... o una tortita tal y como va la jugada. Aceptando que en España no hay pastel para tanto improvisado comensal, el problema de los tales gratuitos se complica cuando, como se ha dicho, ‘los anunciantes exigen mejores ofertas a los periódicos que tienen que perder beneficios para quedarse con ellas’.


Y es que si, mucho más en una época de crisis como la actual, la publicidad va en contenidos gratuitos, precisamente los que llegan a los hogares con menor poder adquisitivo, pues estamos ante la famosa historia del chocolate del loro. Si quienes se llevan para casa esos periódicos lo hacen porque no pueden comprar otros, ¿cómo van poder comprar estos mismos benditos los productos publicitados en tales medios?

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