Opinión

LA FEDERACIÓN SEIJAS

Cuando los ciudadanos eligen representantes en las instituciones y organismos, lo hacen con la confianza de que su objetivo será el servicio al colectivo y la atención a sus inquietudes. Ocurre que algunos de esos elegidos olvidan pronto la responsabilidad asumida -si es que algún día la sintieron- para dedicarse a sí mismos en detrimento, o al margen, de los demás, poniendo los mayores esfuerzos en la creación de estructuras que les permiten recabar apoyos en favor de sí mismos y perpetuarse en los cargos al margen de lo que piensen en realidad los que integran el colectivo al que representan.

Podría ser el caso del presidente de la Federación Galega de Comercio, José María Seijas, supuesto líder de un sector inmerso en una situación dramática, a la que parece vivir ajeno. Se desconocen los efectos positivos que la larga permanencia de Seijas en el cargo haya tenido para el sector. Más bien al contrario, lo que se conoce y más salta a la vista de este hombre, indica que su sensibilidad básicamente empieza y remata en sí mismo; en procurarse un estatus de gran dirigente, con secretaría y una imponente infraestructura a su disposición, muy alejada de la austeridad que soportan por fuerza sus asociados, los comerciantes gallegos, que cuestionan cada vez más tales comportamientos. Como cuestionan la cantidad de dinero necesaria para financiar los altísimos costes de funcionamiento de una estructura de dudosa rentabilidad, que debería dedicar buena parte de esos gastos invertidos a mayor gloria de José María Seijas, a buscar soluciones a los graves problemas del sector.


Por ello, no es extraño el constante incremento del número de pequeños y medianos comerciantes e incluso de asociaciones locales que creen urgente poner fin a esta magna organización en su ámbito autonómico, abogando por la racionalización de recursos de forma que puedan incrementarse los dedicados a ayudar de verdad al comercio gallego.


Resulta curioso que, con la que está cayendo, el presidente de los comerciantes gallegos se mantenga en la opulencia como dirigente empresarial, totalmente ajeno a la situación real que viven sus compañeros, inmersos en una especie de caída libre que lleva a muchos vivir con el miedo en el cuerpo por desconocer hasta cuándo podrán aguantar o si un día habrán de echar el cierre, mientras su ínclito presidente vive a cuerpo de rey, sordo y ciego frente a la crudeza del entorno.

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