Opinión

La injusticia ourensana

Quién no recuerda aquellos tiempos en los que Jácome, entonces frikilíder antisistema, era recibido con algarabía por jueces y fiscales cada vez que corría al Pazo de Xustiza a denunciar las presuntas corruptelas de los políticos. Era llegar con sus pepitogrilladas y la maquinaria judicial arrancaba con inusitada agilidad, imputando a diestro y siniestro, reclamando carros de documentación al Concello, citando a los gobernantes de turno a la pena de una foto de prensa compareciendo en los juzgados. Qué diligencia, oiga. Todo lo que llevaba el sello Jácome tenía la garantía de admitido a trámite por el juez o fiscal de turno. Aquella administración era un ejemplo mundial en capacidad de respuesta. Denuncia de Jácome y concejal imputado eran una vertiginosa acción/reacción.

Los concejales que gobernaban cuando Jácome era oposición acaparaban imputaciones como quien colecciona imanes de nevera. La ex concejala socialista Áurea Soto llegó a perder la cuenta. Todo, absolutamente todo, acababa en agua de borrajas, pero por el camino iban los gobernantes de turno sufriendo el desgaste de la sospecha y el escarnio público. En círculos íntimos se oía a señores de la judicatura reconocer que les divertía aquel grotesco concejal que acudía en ropa de deporte a reuniones políticas o se quitaba los calcetines en un pleno. Les resultaba supersimpática esa forma gamberra de hacer política. Les llenaba de orgullo y satisfacción ver a aquel alocado concejal llevando al poder político al terreno del poder judicial. Y, claro, el poder judicial se crecía sintiéndose tan poderoso. Les ponía cachondos gobernar el Concello desde la sala de vistas.

Cómo cambian los tiempos, Venancio. Hoy el antisistema está ya en lo más alto del sistema y la Justicia ourensana descansa tranquila. No se inmuta por nada. No lo imputa por nada. Las corrupciones políticas ya no molan como antes. “¿Los audios de Jácome? Va, qué pereza”, se les imagina comentando en los cafés de las mañanas. “¿Actuar de oficio?” Sí, hombre, con el trabajo que tienen atrasado. Que pase el siguiente raterillo de poca monta, que lo vamos a crujir.

El caso es que en las tertulias de la calle y de las teles nacionales hay mucha gente que se pregunta dónde está ahora la Justicia ourensana. ¿Qué ha sido de aquella maquinaria de precisión dispuesta a sacarle los colores al primer concejal que se les pusiera a tiro? Qué casualidad que hayan tenido que pasar las elecciones y la constitución de la Corporación municipal para que se observe el primer atisbo de investigación de unos audios que escandalizaron a toda España. Las grabaciones en las que el alcalde declaraba con su propia voz el manejo de dinero negro, maniobras para amañar concesiones de obras, cobrar comisiones, falsear multas de tráfico o quitar el sueldo a sus asesores, entre otras oscuras prácticas, provocaron un sobresalto general, salvo en la judicatura, que siguió a su bola. Bueno, y en los políticos que no tuvieron inconveniente de negociar con quien unos días antes habían denunciado.

Nada que ver con la diligencia de aquellos años en que todos los políticos eran culpables a ojos de los jueces hasta que se demostrase lo contrario. Ahora no. Los jueces son los mismos pero su modo de ver la política ha cambiado. No han meneado el asunto, pese a la avalancha de denuncias, hasta pasada la jornada electoral y la constitución de las corporaciones, con los consiguientes pactos. Se ve que ahora, de repente, no han querido influir por acción en el proceso electoral, lo cual no es sino una forma de influir por omisión.

Con este comportamiento, es lógico que haya quien piense que hay personajes en la (in)Justicia ourensana a los que les da no se qué cortarle las alas al pepito grillo con el que tanto solían divertirse. Y los que piensan esto se preguntan si esta forma de reaccionar tiene que ver con la simpatía con el personaje o el miedo a aparecer vilipendiado en sus redes.

Un misterio.

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