Opinión

LA CORTESÍA SOCIAL

En realidad, la cortesía y el decoro en el trato humano y en las apariencias sonmerecedores de la mayor atención posible, y a ellos han consagrado, moralistas, filósofos y sociólogos, historiadores y poetas, muchos y muy notables pensamientos. He aquí algunos de los que en nuestras lecturas hemos escogido para este trabajo.


Laurbanidad es la ciencia de los miramientos (Souderi).


La cortesía es la expresión o la imitación de las virtudes sociales (Duclos).


La urbanidad es el resultado de mucho buen sentido, cierta dosis de buen natural, algo de abdicación de sí propio en beneficio de los demás, para alcanzar la misma indulgencia (Lord Chesterfield).


Quiérase o no, varias son las obras dedicadas a fijar los deberes sociales y de urbanidad; pero pocas, muy pocas, las que consiguen reunir el buen método en la exposición y claridad en el lenguaje. Con los tiempos que corren y la actitud negativa y maleducada de algunas personas, la cortesía social debe seguir existiendo por encima de todo; la cortesía es el fruto precioso del respeto a los derechos ajenos; es el conocimiento de los sacrificios que las relaciones sociales imponen al amor propio, y, en fin, es una imprescindible necesidad de concordia y de afecto. En pocas palabras: hay que tener clase, que no depende de la posición social, ni de la educación que se ha recibido en un colegio de elite.


El uso del mundo no es más que una simple parodia del decoro, pues en lugar de apoyarse en la sinceridad, la modestia y cortesía, como el verdadero decoro, suele estribar en la indiferencia con que se miran los afectos y sentimientos ajenos. Quede clara una cosa: el atuendo no hace de un hombre, un caballero y, a la inversa, un auténtico caballero lo es incluso sin su atuendo. Colegir de esto, sin embargo, que la apariencia externa carece de importancia sería un error.


El genio, según reza un dicho muy extendido, es 'la ilimitada disposición al esfuerzo', y esa no sería una mala definición de un caballero o una verdadera dama. Un auténtico caballero es una persona que no debe dejar nada al azar. Su apariencia deberá ser perfecta. Las señoras suelen llevar el bolso repleto de todo tipo de botellitas y elixires, de laca y maquillaje, para que puedan realzar su belleza si la ocasión lo requiere. El caballero, por el contrario, desde que abandona su hogar, deberá conservar su porte durante el resto de la jornada.


En la década de los treinta hubo en Inglaterra un artista de variedades que se hacía llamar 'Billy Bennet: casi un caballero'. No obstante, semejante cosa es inimaginable. Es imposible ser casi un caballero. Simplemente: o se es, o no se es. No en vano Edmund Burke, filósofo inglés del siglo XVIII, escribió en cierta ocasión a un amigo: 'El rey puede elevar a la nobleza a un hombre, pero no puede hacer de él un caballero'. Totalmente cierto. Tampoco el poder o la riqueza sin límites hacen de un hombre un verdadero caballero. Y lo mismo podemos decir de la mujer.


Sea como fuere, hay que reconocer que tener clase es un don que la naturaleza, sin pretenderlo, concede a determinadas personas sin que en ello intervenga para nada su inteligencia, su posición económica, incluso la edad. Se trata, pues, de una reservada seducción que emiten algunas personas a través de su forma natural de ser y estar. Este don adherido a la piel permanentemente es más fascinante que el talento propiamente dicho. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal proviene siempre de la belleza moral, que desde el interior de la persona determina cada uno de sus actos. Por suerte, el planeta tierra está lleno de este tipo de seres privilegiados: tanto si es un obrero del andamio o un artista famoso, científico eminente o albañil. A todos les une una importante característica: son extraordinariamente buenos en su oficio o profesión y cumplen con su deber sin darle mayor importancia.


Luego, por simple observación directa, los descubres por su aura estética propia, que se aprecia por la forma de mirar, de hablar, de sus ademanes, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a las personas que la necesitan, alejados siempre de formas agresivas. Lo más notable, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa que visten, con la consiguiente elegancia innata que se lleva en los huesos desde que su nacimiento fue inscrito en el Registro Civil. Ergo.


Manifestar que un caballero o una dama, además de tener clase, por encima de todo, nunca son groseros. Desde luego, con clase se nace. Así de claro.

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