Opinión

LA HUMANIDAD

Nunca como ahora se le ha creado a la Humanidad conflicto tan difícil de solucionar. Se la ha acorralado de tal manera que se encuentra en un callejón sin salida. Las realidades, comprometidas en el movimiento impetuoso del progreso parecen haber sobrepasado la inteligencia. Jamás ha registrado la Historia el espectáculo de un caos económico y social semejante en el planeta Tierra. Desde luego, las conciencias se despiertan, pretenden escapar al quietismo; mas, una vez liberadas por el esfuerzo impetuoso, se entrechocan, ciegas, mientras que la realidad continúa trabajándolas, encadenándolas, dominándolas. Algo grande pesa sobre la sociedad. Es, quiérase o no, un enorme interrogante. En realidad, se ha hecho la guerra y se ha perdido por todos. Se ha hecho la paz, y no se entienden.


Sea como sea, miremos a nuestro alrededor y descubramos las ambiciones de unos hombres, la ignorancia de otros y la miseria de muchos. Ante todo descubrimos la revolución que la técnica ha operado en el mundo. Nuestros marcos sociales son demasiado pequeños, los principios de nuestra organización anticuada, demasiado simples. Estamos, pues, necesitados de buenos políticos o dirigentes para tratar de englobar, de ordenar todos los elementos nuevos de nuestra vida. Suprimir el 'amiguismo' para cargos de 'libre elección'. Suprimir muchos cargos que no sirven para nada, y sólo para pagar favores. De momento, por la grave situación económica, parece ser que ya no hay tantos 'pelotazos', salvo en la parte de Levante.


Por otra parte, la falta de conciencia social ha hecho a la democracia política y parlamentaria incapaz de poner al productor de la riqueza por encima de la evolución material. El mayor conflicto radica, precisamente, en la economía actual. Los economistas oficiales no saben como coordinar las fuerzas nuevas del trabajo y amoldarlas a fines sociales justos, como procede. Los trabajadores saben perfectamente que los avances de la ciencia no deben ser aprovechados por una clase que sólo mira en beneficio particular. El hombre, la Historia, pugnan por separarse del pasado; una parte se queda rezagada, otra se detiene en el umbral del futuro, como si temiera entrar en el presente. Todavía pesan sobre nuestro espíritu las antiguas creencias, las antiguas ideas, los tradicionales procedimientos que debieran estar superados. Lucha la idea antigua, aunque no se quiera, con el hecho moderno. Y de esta pugna vienen los continuos choques de hombres con hombres que, en su inconsciencia, no son sino la resistencia de un pasado que se resiste a perecer y de un presente que pugna por abrirse paso.


Una cosa es cierta: la humillación de los desvalidos a nivel mundial. Sobre ellos se cierne la indefensión, la falta de libertad. La sociedad con todos los adelantos no es capaz de proteger a los humildes. Realidad que no remedian ni las ciencias ni los hombres. Gobernar siempre según los acontecimientos, jamás contra ellos, ni independientemente de ellos. El buen gobierno consiste en encauzar las cosas y a las personas dentro de los acontecimientos. Nada más. El acontecimiento es el hecho vivo que se impone. Acontece que los niños son niños y los hombres son hombres. Gobernar a los niños como a los hombres y a los hombres como a niños es, desde luego, perder lastimosamente el tiempo. Así de claro.


Y, por último, decir a todos lo bueno que se sepa en pro de la humanidad doliente. Por desgracia, mucha gente da la impresión de no saber nunca a qué carta quedarse en el tema. Otros, en cambio, dan la impresión de saber siempre, en cada caso, qué es lo mejor y qué es lo peor para tratar de solucionar el problema, que tiene carácter mundial desde hace muchos años. Estos son los llamados a dirigir, en su día, los asuntos de la humanidad. No es fácil imitarlos, pero algo se puede conseguir pensando siempre en ello. Y ayudando como se pueda.

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