Opinión

LAS MOMIAS

En realidad, momentos hay en que no hay más que un apacible estar sin intención, como un reposo calmado e inconsciente en que las cosas, los hechos cotidianos, resbalan dulcemente como si perdieran dureza, o se volvieran de humo. Humo azul, bueno para arrullos despreocupados al calor de horas íntimas, mientras es el reino del frío. Es estado de ánimo; un estado de ánimo: esto que empapa nuestra interioridad en su toma de contacto. Y hay como un aguijón: pensar que estos momentos no son verdad, que la verdad es lo agrio, el frío, las cuestas, la arrugada y áspera amada tierra. La sólida tierra, el cuerpo y sus envolturas, el dinero que no llega, la casa, y los niños, y los hombres, y los papeles, y las mujeres. La amarga tierra. Las sillas y la infelicidad. He aquí el continente tierra, lo de siempre y eterno: nuevo siempre. Acaso los estados de ánimo sean la tentación más sutil de abdicación. Una irresponsable abdicación ya que nadie es responsable de sus ciclos, ni de sus hormonas, ni de su aliento.


'Todas hieren, la última mata', le decía el reloj de Pío Baroja, aquel humano viejecito y tierno anarquista. Todo hiere: lo de si y lo de no y cada cual tiene su particular sirena. Cada cual anda por el mundo con su ladrillo mal colocado y que, a veces, da la lata demasiado. Paciencia. Mucha paciencia.


Queramos o no, hay, desde luego, observadores atentos que diseccionan con ciencia este misterio y no hablan de momias vigilantes y en acecho: momias que duermen con nosotros y nos acompañan y nos oyen llorar en las ocultas prisiones. Y esos mismos observadores dicen que es inútil intentar matar a las momias pues las momias no mueren y, a la vez, tampoco sirven para el placer. Paciencia también. Cada cual con su momia. Unas llevan nombres simples como egoísmo, o envidia, la más abundante, a pesar del disfraz de los varios apellidos. Tantos apellidos que a veces es difícil reconocer al egoísmo y la envidia enquistados rebeldes a morir, resecos como piedras, bien tapados y aromatizados. Conservados por ciego decreto-ley. He aquí como la tierra se recrudece a nuestros pies y nos bate: cada uno con su momia y las necesidades vitales y la fisiología y el ruido. Para complicar y hacer más frágil la mezcla hay lo que la sensible antena llamada Rosalía en antiguo idioma: 'Teño medo d´unha cousa que vexo e non sei qué é'. Podrá ser acaso una negra sombra, la íntima soledad, la hermana soledad. Ya son cosas de dimensiones distintas estas cosas. Podríamos decir para entendernos: es el reino de lo espiritual. ¿Y por qué no el reino de los espíritus?


Soledad, esperanza, misterio. Yo lo preferiría con mayúsculas para empezar con buen pie los sueños nunca terminados de soñar, nunca perfilados como el confuso rumor de la colmena humana. ¿Qué es lo que quiere, lo que mata, por fin? Porque si dibujásemos el arsenal de mortíferas flechas, deberíamos empezar por esa cosa llamada por todos y a todas horas amor, tan tremendamente por su nombre. Y la conciencia; y el nombre del que no se pronuncia, principio y fin.


Yo sé que el cuadro viene como hecho a brochazos y así va saliendo: aquí pongo un pájaro que acaba escapándose mientras pierdo los otros cien. Aquí vuelco mi bote de color, y mi incompetencia quedó marcada por esta enorme mancha. Aquí tracé una línea bastante recta y ved: se retuerce de curvas y caídas; ignoro si fue ilusión de recta. Y si la curva tendrá un puerto recto final. Aquí hay una imagen soñada de hogar; soñada, para eso pongo mis más cálidos colores. Derivaciones a una ventana, para ver. Algo que parecen ángulos pongo: no se me ocurre nada mejor para lo que me duele. La huella de mi mano en mi trabajo. Y el cuadro no se seca nunca, transformándose siempre. Siempre enigmático, incomprensible, a pesar de su claridad.


Y de política ¿qué? Anotamos hoy, para recuerdo, la sentencia sobre el 11-Marzo-2004. Muy bueno el artículo de Olga Emma Sánchez Gómez, fiscal encargada de la investigación de los atentados del 11 de marzo; recuerda los virulentos ataques sufridos y la ligereza con que han opinado algunos periodistas, los políticos del PP y los autores de los bulos de la conspiración. Ha sido nauseabundo, repugnante y mezquino, sostiene la fiscal. Y resalta también la aplicación de la ley, sin venganza, como debe ser.


Para poner punto final, después de lo dicho, algo importante quiero dejar escrito: la única forma de equivocarse es hacer sufrir a los demás.


Para los estados de ánimo, nadar.

Te puede interesar