Opinión

Cuidado con Madina

Si los socialistas españoles mantuvieran sentidos de Estado y sentido común, además de “memoria histórica”, rechazarían a Eduardo Madina como candidato a liderarlos porque bajo la apariencia de solidez oculta, fragilidad emotiva y ausencia de equilibrio para distinguir a los simples rivales de los enemigos. Madina, de 38 años, licenciado en Historia, se ha mostrado como un radical hostil a alcanzar consensos imprescindibles con su competidor, el PP, para mantener la democracia. Ahora demanda irresponsablemente la república.

Fue jugador profesional de balonmano, deporte del que mantiene la rapidez que lanza un misil a velocidades tremendas sin que la mente piense siquiera cómo hacerlo: actúa por reflejos condicionados. El 19 de febrero de 2002 ETA colocó una bomba en su coche que, al explotar, lo dejó sin una pierna y lo obligó a abandonar el deporte.

Pero lo sorprendente fue que, siendo entonces secretario de Política Institucional de las Juventudes Socialistas de Euskadi, se opuso a la ilegalización de Batasuna, que pactaban el PP y su propio partido, porque hacerlo era “obedecer a una estrategia que gestiona el odio". La ilegalización de los sacerdotes del terrorismo resultó positiva. Privados de numerosos púlpitos de adoctrinamiento, su ilegalización fue ratificada después en los tribunales europeos de Derechos Humanos.

Pero Madina, en ese afán de oponerse al partido que entonces gobernaba, llegó a apuntar que su atentado había sido consecuencia de la negativa de Aznar a negociar con ETA las condiciones que exigía, como la absorción de Navarra por Euskadi. Cuidado con Madina: padeció el Síndrome de Estocolmo, mantiene una hostilidad poco racional hacia el rival político y presenta una debilidad suicida ante los secesionismos vasco y catalán.

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