Opinión

¿Greenpeace, criminal?

De millares de investigaciones en todo el mundo durante tres décadas, ni una sola demostró que los vegetales genéticamente modificados dañaran la salud. Al contrario, muchos poseen cualidades que los hacen más productivos en zonas secas o salitrosas, y algunos como el arroz dorado evitaban graves enfermedades humanas. Pero esa gran organización ecologista que es Greenpeace acaba de ser acusada por 109 premios Nobel de “crímenes contra la humanidad” por sus campañas contra transgénicos como, por ejemplo, ese arroz.

Creado en 1999 en Alemania por los científicos Beyer y Potrykus, el transgénico ha evitado ya millones de cegueras al producir beta-caroteno, precursor de la vitamina A, cuya carencia las provoca en amplias poblaciones, sobre todo, asiáticas.

Conociendo sus efectos y los de otros vegetales que multiplican la producción, eliminan el hambre y evitan plagas, Greenpeace ha luchado contra el bienestar humano empleando gran parte del presupuesto anual aproximado de 235 millones de euros en esa guerra antiprogreso.

Otras oenegés hacen algo parecido: piden fondos para enfermos y hambrientos, pero ninguna promete mejorar su condición invirtiendo en los transgénicos. Es sospechoso porque, a despecho de estas organizaciones, esos avances han reducido el hambre en el último lustro en más de 220 millones de personas, hasta los 780 millones.

Dicen que los transgénicos enriquecen a unas cuantas empresas, pero muchos de sus logros son de dominio público, luego ese no es el motivo de la hostilidad.

No hay una explicación lógica para esa lucha contra el progreso, que hace pensar mal sobre sus motivos. Alguno de los cuales recuerda a esas tribus mendicantes que mutilan sus niños para seguir su tradición multigeneracional de limosnear mundo adelante exhibiendo las taras tan cruelmente inducidas: fomentar y perpetuar la desgracia, sí, es un crimen contra la humanidad.

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