Opinión

Islamofobia, xenofobia y racismo

Posiblemente el español más insultado durante los últimos veinte años por los ideólogos progresís fue al recientemente jubilado arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, que además presidió durante doce años la Conferencia Episcopal Española.

Sufrió mayores humillaciones que el islamismo en el semanario Charlie Hebdo, donde los yihadistas asesinaron este miércoles a doce personas al grito de “Alá es grande”.

Rouco era víctima de la católicofobia o cristianofobia, del rechazo a sus creencias y doctrina, pero no sufría xenofobia y racismo, como dicen muchos políticos de las democracias europeas y los mahometanos cuando rebaten su religión o la ridiculizan.

Los mismos que insultaban a Rouco se indignan ahora y llaman xenófobos y racistas a quienes tratan igual a los musulmanes que imponen en áreas crecientes de Europa la ley islámica, sharia, un rigorismo primitivo enemigo del racionalismo.

Nosotros pertenecemos a Grecia, Roma, al judeocristianismo y la Ilustración, carácter y cultura construidos durante muchos siglos frecuentemente, frente al islam político y guerrero.

Tras la islamofobia se amparan racistas y xenófobos, es cierto; pero todo racionalista que tiene derecho a vilipendiar a Rouco, a un protestante, a un rabino, también lo tiene de atacar al islam, del que eclosionan sanguinarios asesinos, los yihadistas.

Xenofobia es “Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”, y racismo “Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros”: definiciones del DRAE.

Por eso el antisemitismo es racismo y xenofobia, porque se dirige contra las personas de una comunidad étnica.

La islamofobia no lo es: solamente rechaza creencias, ideas y las conductas inducidas, no a las personas por su raza u origen geográfico.

Tenemos derecho a manifestar nuestra fobia hacia las ideas, y nuestra obligación es defender ese derecho.

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