Opinión

Obama, el cubano

Podemos recordar esta semana al reabrirse la embajada de los EE.UU. en La Habana que, de ser cubano, Barack Obama pertenecería al 26,6 por ciento de los mulatos del país.

En EE.UU. no existe esa calificación para el censo: se es blanco o negro, y los mulatos como Obama, hijo de madre blanca, se integran en el 13 por ciento de la población llamada afroamericana.

Pero casi nadie dice que si Barack Obama hubiera nacido cubano no habría tenido posibilidad alguna de dirigir el país, sino que solamente sería guardaespaldas o auxiliar de la élite blanca del régimen de los Castro y de sus herederos políticos.

Los cubanos mulatos y los negros, suman el 37 por ciento de la población isleña, 4,16 millones de sus 11,25 millones; su presencia entre los dirigentes es ridícula, mientras que la del 13 por ciento de los negros estadounidenses es superior a su proporción poblacional.

Cuando Fidel Castro tomó el poder, en 1959, las leyes cubanas protegían más a los no blancos que las estadounidenses; además, una de las grandes promesas castristas fue la de que la Revolución haría iguales a todos los cubanos.

En EE.UU. todavía tuvieron que estallar las revueltas raciales de los años 1960 para que los negros comenzaran a escalar hacia la igualdad con los blancos, especialmente en la educación, el trabajo y las prestaciones sociales.

Las leyes estadounidenses de acción positiva crearon élites negras, como lo demuestra la presencia de Obama en la presidencia del país.

Pero no todos los promocionados de las minorías son lo mejor de ellas. Los disidentes cubanos, especialmente sus mulatos y negros, ven a Obama plegarse ante la dictadura castrista y afirman que él no es el mejor ejemplo para quienes tienen similar origen racial.

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