Opinión

Promoción de la pederastia

Aparte de algunas asociaciones de pervertidos occidentales y de los salafistas y yihadistas que pretenden imitar a Mahoma casándose con niñas de siete años y poseyéndolas a los nueve, los únicos promotores públicos y orgullosos de la pederastia del mundo son algunos gallegos.

Porque son ingenuos, ignorantes o irracionales, o porque son realmente depravados, defienden la existencia del Apalpador, una figura repulsiva que en Navidades y Año Nuevo va de noche en secreto a las camas de los niños a palparles la barriga.

No hay nada más obvio que la pedofilia de ese supuesto carbonero desarrapado y sucio, que baja de las montañas a toquetear niños a cambio de darlas castañas y regalos.

En estos tiempos en los que los padres conscientes le advierten a sus hijos que no se dejen sobar por nadie, es sorprendente que algunos permitan que un degenerado, del que se hacen representaciones reales, se convierta en un héroe infantil, e invite a todo pederasta a imitarlo haciéndole regalos a sus ingenuos niños. 

El afán localista por tener algo propio y separador del resto del país y de las tradiciones europeas pretende así sustituir con el Apalpador las figuras moralmente blancas de los Reyes Magos o de Santa Claus-Papá Noel.

Es tal la intimidación cultural a la que somete el nacionalismo a la gente, pero también su aliada la extrema izquierda, que ninguna figura importante se atreva a denunciar este personaje, lo peor del ser humano.

Hasta la televisión gallega bajo el PP le consagra espacios con una alegría inconsciente, ingenua, estúpida o algo peor.

Héroe de las cabalgatas nacionalistas a partir de 2008, inspiró ya ocho libros infantiles subvencionados por la Xunta del PP, y esculturas como una en Santiago, ayuntamiento gobernado por el PP.

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