Opinión

¿Qué se vayan todos?

El secretario general del PSOE y primer ministro durante catorce años, Felipe González, acaba de pedir que abandonen la contienda política los dirigentes de los cuatro partidos de ámbito estatal si tiene que llegarse a unas terceras elecciones generales en diciembre.

Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Iglesias Turrión y Albert Rivera deberían ceder su lugar a personas más dialogantes, según la propuesta el exjefe de los gobiernos 1982-1986.

En realidad, González no piensa eso. Pese a ser un pez piloto para buena parte del PSOE, es incapaz de conducir a Pedro Sánchez hacia lo que ya había pedido: hacia una negociación para que gobierne el PP a un alto costo de concesiones sociales que beneficiarían a los socialistas.

Pero Sánchez desea aliarse con Podemos, unos gochistas aparentes, formados con ideas falangistas, chavistas, peronistas y leninistas.

Para no provocar una guerra civil dentro del PSOE, González no dijo que quien debería irse era el ambicioso, sectario, antipático y monocorde líder actual del PSOE.

Aquí hay dos bloques de partidos, los constitucionalistas y los que quieren romper la Constitución y exponer España a ser troceada allá donde lo demanden unos cuantos nacionalistas, cantonalistas y aldeanistas.

Y PP, PSOE y Ciudadanos son del primer bloque, aunque Sánchez no lo quiera. Como carece de imaginación, sigue dogmas, como el de la idea decimonónica que dominó el siglo XX, pero ya no, de que sólo hay izquierda y derecha.

Lo que hay es cumplir o no las leyes, sobre todo la Constitución, pero Pedro se niega a dialogar simultáneamente con los constitucionalistas, PP y Ciudadanos, mientras los independentistas retan crecientemente a la Constitución.

Dentro del PSOE saben que Felipe González ha dicho que Pedro Sánchez debe irse, aunque haya empaquetado su demanda con otros tres más.

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