Opinión

Se acabó la tregua

Estamos a un paso de traspasar la frontera de estos días de tregua que nos ofrece el siempre balsámico periodo de las Navidades, y la guerra cotidiana llama a la puerta. La abrimos y aparece en el umbral un país que se parece demasiado a esos patéticos exhibicionistas de gabardina cruzada sobre las vergüenzas que se abren la prenda al paso de las jovencitas volanderas. Antes, salían despavoridas, pero hoy se cachondean del sujeto y le señalan descojonadas lo que les cuelga hasta el punto de que es el de la gabardina el que termina por salir corriendo.

El país que tenemos en este preciso instante recuerda mucho este escenario insostenible algo cómico en su propia tristeza, condenado como poco a un futuro incierto y más si sus compañeros de partido no consiguen hacer entrar en razón a Pedro Sánchez que todavía sigue empeñado en sentarse en la Moncloa al precio que sea tanto para darse gusto a si mismo como para darle un corte de mangas a Susana Díaz.

Pedro Sánchez ha pasado supongo las Navidades en familia pero estoy por apostar que no se ha olvidado de su deseo descontrolado de ser presidente como sea ni en estas entrañables fechas. No hay manera de hacerle calibrar que un presidente con 90 escaños está abocado a la dependencia y que en su caso la dependencia es su ruina porque se vería obligado a combinar los apoyos de cinco partidos diferentes para concretar una mayoría de izquierdas que duraría como mucho un año en estado de permanente estrépito y completa inoperancia para afronta los retos más importantes que se plantearía su presidencia.

Sospecho que en una situación política como aquella con la que amanece el Año Nuevo lo más razonable y sensato es suponer que habrá que acudir a una segunda vuelta quizá con los dos grandes partidos sometidos a un más que necesario reseteo. Los barones socialistas están comenzando a calibrar la posibilidad de esta fórmula –sin Pedro Sánchez y con Susana Díaz a los mandos de la nave- propiciando hasta entonces la presidencia para la lista más votada. Y personalmente sospecho que es la única opción razonable que nos queda.

Teniendo en cuenta que en materia política nunca acierto, aquí puede pasar de todo. Menos esto.

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