Opinión

La advertencia de la calle

Los gobiernos o más propiamente los gobernantes, suelen permanecer sordos a las señales que les envía la calle. Acochinados como dice el argot taurino, en terrenos cómodos en los que nadie osa meterles mano, no se fían nada más que de sus más estrechos e íntimos asesores, los magos del big data, para tomar decisiones. Son pasto de las encuestas, de las tendencias, de los flujos sociales y de lo que quieren susurrarles al oído sus más íntimos consejeros, sus gabinetes y sus amigos si es que en esto de la política se pueden –que no creo- cultivar amistades. Hasta que la goma se tensa y se rompe que es lo que le ha pasado al gabinete actual con los datos que le han ido llegando de las instituciones que analizan el comportamiento académico de la juventud española cuyos resultados lo han puesto todo perdido. Mucho antes de que estos lúgubres presagios que llegan del exterior, estaba la propia calle, la voz del pueblo soberano cada vez en tono más quedo y en condición más mansa pero voz al fin y al cabo. Las madres y los padres hace tiempo que están aterrorizados comprobando el desastre de una enseñanza académica en España que es un pozo sin fondo de retroacción y de fracaso. Pero nada se ha tocado ni se han tomado medidas hasta que no ha venido la última entrega de la famosa encuesta que nos advierte y nos anuncia que estamos a la cola de Europa en el aprovechamiento del saber. Entonces todas las alarmas suenan a la vez y comienza una nueva etapa.

Lo malo es que en un marco académico y escolar tan dislocado como el que tenemos, en un país que cuenta con tantos planes de estudios como comunidades autónomas existen, conseguir unos buenos resultados y ofrecer señales inequívocas de esperanza es una quimera en la que el primer quimérico es el presidente del Gobierno y el segundo, su ministro del ramo. La zozobra ha entrado por las ventanas del Consejo de Ministros y ha tomado por el cuello a sus integrantes a los que no se les ha ocurrido otra que destinar una porrada de millones de un presupuesto que no estira como la goma de mascar, a apuntalar los estudios de matemáticas y comprensión lingüística, las materias que necesitan mejorarse urgentemente. Y esa no es la vía como señalan desde hace mucho tiempo los colectivos docentes. La sensación es que no es cosa de invertir más sino de hacerlo mejor. Pero eso, claro, es otra cosa.

Te puede interesar