Un amigo mío que sabe incomparablemente más de música que yo y que entiende de escalas diatónicas, modos jónicos y frigios, escalas lidias y mixolidias –supuestos estos últimos que a mí ya ni me entran en la cabeza- me dijo un día que el sonido con el que se escapa el gas en las ollas a presión está afinado en Si bemol, la misma tonalidad en la que suenan las bocinas de la mayoría de los automóviles. He cursado algunas pruebas al respecto en bancos de sonido –ahora mismo uno puede escuchar todo lo que le venga en gana apelando a un ordenador de los de andar por casa- y tiene razón salvo en el caso de la obra más característica de la banda neoyorquina “Lovin’ Spoonful”, una canción llamada “Summer in the city” que comienza con el destemplado sonido de un pito de automóvil. Su líder, el hoy ínclito musicólogo y respetado académico John B. Sebastian, utilizó para la grabación la bocina de su propio vehículo, un Volkswagen “beetle” de color amarillo en el que se metía toda la banda. La bocina sin embargo suena dos semitonos por debajo, en La bemol, y la canción misma está escrita en Do menor que también tiene sus bemoles.
La armonía de Si bemol –a los guitarristas analfabetos como yo nos da igual decir Si bemol que La sostenido, es cuestión de subir o bajar las manos por el mástil- es al parecer la más odiada de toda la escala de música convencional, y existe una teoría defendida por algunos musicólogos que plantea e incluso demuestra, que Mozart no utilizaba nunca el Si bemol 3, la tecla negra que da el tercer Si bemol en un piano y cuyo acorde debe sonar muy malamente. La pelea de Mozart con el Si bemol es una vieja y nunca resuelta polémica planteada en el parnaso de los musicólogos y los intérpretes de altura, e incluso hay teóricos que aseguran que una de las sonatas de Mozart que está efectivamente escrita en Si bemol estaba originalmente escrita en La mayor por el maestro, y que fue una trascripción posterior la que la subió un semitono. Personalmente no recuerdo nada escrito en Si bemol en la música pop y en ninguna otra que me sea familiar, salvo los efluvios de los garbanzos al escapar por la espita abierta de la olla. Y si ese es su sonido no conviene maldecirlo. El cocido es una bendición aunque esté escrito en Si bemol.
