Opinión

El agente modesto

Hay mucha gente que se ha planteado tantas y tan importantes cosas en la vida que cuando no ha sido capaz de lograrlas se ha sumido en el marasmo y la más profunda tristeza. El gusto desmedido por las grandes empresas aunque sean personales puede conducir a la frustración, o al menos, a no saber disfrutar de las cosas pequeñas. Y sin embargo, hay muchas y gloriosas cosas pequeñas, y en la discreción y la modestia también se vive y sobre todo, se disfruta y se encuentra frecuentemente la paz y la dicha.

Hace unos días, fui a ver la última de James Bond y confieso que salí encantado porque a mí Bond me fascina y el actor Daniel Graig borda un 007 oscuro, deprimido y hermético en un mundo que se angosta por momentos que es lo que los nuevos responsables de la personalidad del agente secreto más famoso del mundo están intentando y logrando en estas últimas y poderosas entregas.

Viendo a Bond y su madurez, saltan algunas anécdotas que a uno le ponen en el camino de reflexionar sobre eso de la modestia y el amor por las cosas pequeñas. Cuando Fleming se planteó cómo llamar a su personaje tras modelar sus gustos con él mismo como referencia, supuso también que un nombre inusual contribuiría a hacerle popular. Por eso pensó en Peregrin Carruthers hasta que el libro firmado por un ornitólogo americano que descansaba en su propia biblioteca le desengañó de esa primera idea. El experto en pájaros se llamaba James Bond que es un nombre y un apellido comunes en Inglaterra. De hecho, la actriz que encarnó a miss Moneypenny con Pierce Brosnan como el agente del MI6 se llama Bond de apellido real. Una acertada elección como se comprobó luego.

Y para modesta, la actriz Shirley Eaton, cuya breve aparición en Goldfinger la convirtió en el mito erótico por excelencia de la saga. Es la chica bañada en oro que muere por no poder transpirar. Se pasó casi tres horas desnuda para el maquillaje y la fugaz escena, y hubo de rodar con un médico en la sala. Sabiéndose una bomba sexual para siempre jamás, se retiró sin embargo del cine poco después, se casó, tuvo dos hijos y hoy es un adorable dama rubia de ochenta años feliz de su anonimato. “Una puede ser una belleza pero es por poco tiempo. -dice comentando su sorprendente renuncia- Una familia bien creada es para siempre y madre se es hasta que una se muere”.

Te puede interesar