Opinión

Los asesinos del fútbol

Los aficionados al fútbol que somos capaces de otorgar al fútbol la dimensión que merece –no es poca teniendo en cuenta el carácter universal de un espectáculo que aúna pasión, arte, belleza, tesón, fuerza, emoción, intensidad, habilidad, inteligencia, generosidad e incluso y sin duda, cultura- asistimos horrorizados al uso que determinados grupo le otorgan. Una manifestación espléndida en todos sus argumentos, capaz de entretener, motivar y divertir a una apreciable porción de los habitantes de este planeta, no puede ser criminalmente degradada por bandas de vándalos sin entrañas, embrutecidos, violentos, salvajes y borrachos. Borrachos como cubas, con la cabeza perdida, el sentido común abandonado y avivadas las más infectas pasiones que se esconden en lo recóndito y profundo del intelecto humano.

A ese espectáculo desolador asistimos de vez en cuando fuera y dentro de los escenarios donde se produce este poderoso y universal reclamo llamado fútbol, cuyas raíces son esencialmente buenas aunque existan factores, personajes, colectivos, entidades y sociedades empeñados todos ellos en destrozarlo. Esas peleas a muerte antes, durante y después de los partidos, protagonizadas por una gentuza cegada por el alcohol y la ira, no pueden sin embargo triturar todo lo bueno que el fútbol tiene y que con frecuencia se ocupa del rescate y el salvamento de miles de niños nacidos en los lugares más pobres de planeta, capaces sin embargo de jugar al fútbol por el mero placer de jugarlo, hacerlo descalzos y en pedregales, atizándole a una pelota recosida, metiéndola entre tres palos fijados con maromas, y acompañar todo ello de una hermosa sonrisa que es sinónimo de felicidad espiritual, serenidad de alma y esperanza.

Los bárbaros que se retan para matarse entre partido y partido nada tienen que ver con todo ello. Son gandules feroces que tienen dinero para viajar y para gastárselo en cerveza. Unos privilegiados con posibles que les permiten acudir a competiciones lejos de sus fronteras y disposición de fondos suficientes para bebérselos y liarse después a estacazos.

No son los sufridos policías –franceses en este momento aunque de cualquier otra nacionalidad en otros tantos casos- los culpables de que hinchas embrutecidos se desuellen vivos a la puerta de los estadios sino esos bestias capaces de llevarlo a cabo. Como hemos advertido en otras ocasiones, no nos confundamos. Los buenos son los buenos y los malos son los malos.

Te puede interesar