Opinión

En boca cerrada

Como los ex presidentes del Gobierno no se pueden estar quietos y suponen que sin sus consejos nadie habrá en su partido con el suficiente seso para gobernarlo como ellos suponen que hay que hacerlo, José María Aznar ha escrito una carta abierta a los actuales responsables del PP para criticar ferozmente no solo el resultado obtenido en estos comicios -que ha sido en efecto francamente malo- sino lo que supone una incompetencia para erigirse en defensor de los valores nacionales y lo que interpreta como ausencia de celo para aglutinar en su entorno a aquellos que no desean que Cataluña sea independiente. Aznar acusa a Rajoy de blando y cobarde para tomar decisiones que combatan el empuje nacionalista, e insiste en que ha advertido con anterioridad y sin éxito de esta deriva que su partido no ha sabido o no ha querido frenar. Falta decisión y firmeza y con él, esto no hubiera pasado.

Personalmente ni entro ni salgo en esta cuestión que habrán de dirimir los responsables de un PP al que, es verdad, sus votantes en Cataluña han abandonado para volcarse en Ciudadanos, pero tampoco viene mal recordar a José María Aznar que él mismo sembró los primeros vientos que han ido alimentando este temporal en el que tantos han perdido la cabeza. Aznar necesitó el concurso de Jordi Pujol para obtener la mayoría que le permitiera gobernar en su primera legislatura y a cambio de ello se avino a aceptar determinadas condiciones que han alimentado esta carrera absurda y en mi opinión dramática que estamos recorriendo.

Estas condiciones impuestas por el ladrón de Pujol se llevaron por delante los Gobiernos Civiles por ejemplo, y con ellas se consumó el traspaso de competencias que nunca deberían haberse aceptado: Justicia, Educación y Sanidad por recordar los ejemplos más desafortunados. Como nadie está libre de pecado, el PSOE que se siente muy satisfecho con sus resultados de Cataluña, tuvo cincuenta escaños y ha conseguido ahora dieciséis, así que Pedro Sánchez se lo tiene que hacer mirar porque o no se entera o no quiere enterarse a pesar de lo simpático y bailarín que es Miquel Iceta. En todo caso, nada como Zapatero. “Lo que aprobéis en Cataluña lo apruebo yo en Madrid”. Y ahí tenemos el resultado de semejante disparate. Qué bien están callados.

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