Opinión

La boda del verano

La boda del verano ha sido la de Rocío Carrasco con su pareja de casi toda la vida, un sujeto tímido y medio huraño llamado Fidel Albiac que sustituyó a aquel guardia civil casi adolescente llamado David en el corazón de la también adolescente hija de la Más Grande y del ex boxeador Pedro Carrasco quien tomó el olivo entre oscuras murmuraciones. Ha sido una boda por todo lo alto, celebrada en una quinta toledana que, según todos los expertos, ha pagado la exclusiva de la revista “Hola”, un dineral abonado por la poderosa publicación que llena docenas de páginas y por la que ha adelantado su edición de esta semana. La misma revista ofreció también un reportaje de los futuros esposos tomando el sol en una piscina que probablemente obligó a poner a dieta al novio, mandarlo un mes al gimnasio y pesarlo por la sauna mientras ella, de bikini en bikini, se lucraba de las excelencias de un feroz retoque informático. Las publicaciones que se han quedado fuera han dedicado toda su artillería a tratar de exponer el lado más oscuro y canalla de los novios. El ex marido y ex picoleto ha salido en los papeles doliéndose de que mientras Rocío se casa sus hijos se sienten humillados y lloran. Quizá tenga razón al fin y al cabo.

Y es que la boda no parece que pueda llamarse boda porque resulta casi imposible llamar boda a una ceremonia celebrada por todo lo alto pero a la que han faltado todos los familiares directos e indirectos de la novia. Allí no estuvieron ni hermanos, ni tíos, ni primos, ni sobrinos, ni siquiera el padrastro, ni nadie en definitiva sangre de su sangre. El personal que acudió a la finca de Valdepalacios de Torrico estaba compuesto por famosas coyunturales, amistades interesadas y representación menor del mundo de la farándula, y hubieron de penetrar en una plaza fuerte y completamente blindada en la que se instalaron incluso inhibidores de drones para evitar la obtención de imágenes mediante aviones que vuelan con mando a distancia. Lo que hiciera falta para preservar la exclusiva porque si una sola estampa de este enlace se hubiera saltado los exhaustivos controles, la pasta de la primicia se hubiera esfumado y ante esa hipótesis terrible la pareja de contrayentes hubiera sido capaz de contratar los servicios de una batería de cañones antiaéreos y una bandera de la Legión encabezada por los gastadores y la cabra. La boda del verano es otro vil ejercicio del todo por la pasta.

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