Opinión

Las bodegas presidenciales

La bodeguilla de Felipe González es catequesis comparada con las fiestas de Boris Johnson

Recuerdo que hace unos cuantos años se impuso una corriente muy crítica que tomó como objetivo un lugar de encuentro privado que el presidente González aparejó en los sótanos del palacio de la Moncloa para compartir con sus amistades. El lugar adquirió el curioso nombre de la Bodeguilla, que sonaba a cuchipanda flamenca y a chatos de amontillado, como correspondía a una camarilla próxima al jefe de Gobierno compuesta en clara mayoría por sevillanos.

La Bodeguilla fue objeto de sonoras murmuraciones porque se suponía que en aquellas veladas nocturnas con barra libre, mesa de billar, pata de jamón de bellota de las Cumbres Mayores, guitarreo con palmas y frecuentes visitas de poderío pertenecientes al mundo de la farándula, se tomaban las más importantes decisiones que afectaban a la política general del Estado. El caso era desde luego, y en referencia estricta a nuestra profesión, que  se estableció con la Bodeguilla una suerte de división entre los periodistas separados en dos grupos. Los que frecuentaban el refugio nocturno presidencial y los que no eran invitados. Huelga decir que los primeros eran sumamente considerados porque tenían acceso a las informaciones más suculentas y los otros no se enteraban nunca de nada.

Yo nunca estuve de acuerdo con semejante actitud, y nunca me pareció bien lo de la Bodeguilla, y siguen sin parecerme bien este tipo de comportamientos sean de quien sean y vengan de donde vengan a casi cuarenta años del episodio. La frivolidad y el compadreo no le sientan bien a una función política seria y transparente aunque quizá haya que matizar en esta reflexión la intensidad con las que se practican estos hábitos. Lo digo porque una cuestión muy en esa línea y de una intensidad más acusada parece aflorar estos días en el escenario político de la Gran Bretaña, emplazamiento supuestamente riguroso y serio que, sin embargo, no lo es tanto.

La opinión pública europea se ha desayunado estos días con las juergas morunas que los funcionarios de presidencia montaban los viernes en las entrañas de Downing Street con la anuencia y quizá el fomento del primer ministro Boris Johnson. Sospecho que la Bodeguilla de González era catequesis comparada con estas citas británicas de fin de semana donde se estrechaban lazos afectivos y se empinaba el codo hasta las trancas. Lo dicho, una vergüenza pasara donde pasara. 

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