Opinión

Cambios de fin de año

Un año políticamente convulso y sumamente inquietante en el que se han ido sucediendo situaciones que ponen en peligro la convivencia de los españoles y proponen la implantación de un estilo de gobierno cuajado de incógnitas, acaba de coronarse y lo ha hecho mediante un episodio que define con gran propiedad el cambio de planteamientos impuesto por las servidumbres que requiere el cumplimiento de los pactos de gobierno cuya repercusión no ha sido aún aquilatada y cuyos resultados están por comprobar. En el último pleno del año en el ayuntamiento de Pamplona, una moción de censura propuesta por la oposición se ha sustanciado con un cambio en la titularidad del alcalde. La nueva distribución de mayorías ha permitido la elección para el cargo, de Joseba Asiron, representante de EH Bildu que ocupa la plaza a la que se ha visto en la necesidad de abandonar la alcaldesa anterior, Cristina Ibarrola, en representación de UPN. 

El cambio ha sido posible gracias a los cuatro votos del Partido Socialista de Navarra que se han decantado por respaldar la nueva propuesta. El PSOE navarro ha resuelto respaldar a Bildu y propiciar su ascenso a la alcaldía de la primera ciudad de la comunidad foral, un hecho no solo inusitado en la historia del mencionado ayuntamiento, sino también del socialismo. La entrega de Pamplona a Bildu puede someterse a múltiples lecturas, aunque en realidad y merced a una interpretación pragmática no tiene más que una. La más profunda y equidistante de las interpretaciones produce un escalofrío de miedo y determina la clase de conciencia política de la que a estas alturas hacen gala nuestros representantes en el Gobierno. La demostración más explícita de todo ello es intrínseca a la propia constitución de la representación política socialista en el ayuntamiento pamplonés. Hace unos días, y en función de la constitución del nuevo gobierno, una de sus concejalas abandonó su silla para hacerse cargo en Madrid de un ministerio.  Dos de los nombres llamados por lista a sustituirla se negaron a hacerlo. Apelaron a explicaciones estúpidas y sin el más mínimo sentido. La verdad es que no quisieron ser concejal ni deseaban pasar por el trago de entregar su voto para hacer alcalde a Asiron. Yo tampoco me hubiera prestado a ello. Pero lo hubiera dicho.

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