Opinión

Las caras de palo

Tras el último encuentro protagonizado por Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, algo al menos ha quedado meridianamente claro y es tan determinante que el resto de las hipótesis que puedan manejarse apenas tienen ya cabida. Los líderes del partido que ha ganado las elecciones y aquel que ha recibido el encargo del rey de formar gobierno simplemente no se tragan. No se trata de diferencias ideológicas ni desacuerdos puntuales en materias concretas sino de una mutua animadversión que supera la lógica distancia entre representantes de formaciones políticas adversarias y se adentra en el terreno personal. Nunca ha existido química alguna como se dice ahora entre ambos personajes, pero es evidente que desde que se vieron frente a frente durante el debate de campaña no se pueden soportar. Por tanto, suponer que existiera un atisbo de entendimiento entre dos adversarios que no se pueden ver ni en pintura es soñar. Si uno de los dos llega a presidente del Gobierno no será porque el otro le facilite el camino. Y esa antipatria creciente que se profesan seguirá contando en la próxima legislatura, un factor que la convertirá en un periodo todavía más áspero que el podría corresponder en situaciones naturales.

Estoy seguro por tanto de que este escenario tan áspero no solo no va a facilitar la labor de encontrar un presidente y un Gobierno sino que va a ser profundamente nocivo para el país. En tiempos pasados, Felipe González no mantenía con Aznar relaciones precisamente cordiales y mucho tiempo antes, Cánovas y Sagasta procuraban mantener las distancias. Pero Cánovas y Sagasta fueron capaces de respetar la voluntad de un rey moribundo quien en su lecho de muerte les pidió que se avinieran a turnarse en el poder para garantizar la continuidad de la Corona mientras González y Aznar pusieron a mal tiempo buena cara y se guardaron su mutua antipatía personal a favor de una empresa más alta.

Rajoy Sánchez son de generaciones diferentes, no se entienden y además se desprecian. El presiden funciones no quiso darle la mano cuando se vieron en el terreno neutral de las Cortes para escenificar que no tienen nada que decirse. El país padece ante estas relaciones desastrosas pero ninguno de los dos va a cambiar de talante. Por lo tanto, la gobernabilidad deberá abrirse paso por otros caminos porque un acercamiento entre ambos jefes con caras de palo está completamente descartado.

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