Opinión

Carta a Oriente

Incluso a pesar de que a ciertas edades no parece posible que sean atendidas nuestras peticiones por muy ponderadas y razonables que estas sean, conviene escribir una carta a los Reyes Magos dedicando toda ella a enumerar un paquete de solicitudes que, teniendo en cuenta la edad y situación del solicitante, deben tener como objetivo principal contribuir al mejor entendimiento y una vida más llevadera para todos los que nos rodean y nos acompañan, en lugar de exigir que a uno le pongan un scalextric de cuatro pistas como sucedía antaño. Pasó el tiempo de pedir en plan egoísta cosas para disfrute personal, y llegado es el momento de hacerlo para ayudar a que se lleve bien y se entienda como mejor sea posible, el género humano.

Pero entendiendo que a lo mejor a los Magos de Oriente estas cosas de la paz, el entendimiento, la buena voluntad, la armonía y el sentido común, les parecen fuera de sus competencias y bastante tienen con recorrer el mundo repartiendo juguetes más o menos sofisticados pero juguetes sin más, uno no pierde nada con tratar de que, además del ajedrez magnético que le van a colocar en la terraza al niño del sexto izquierda, le hagan caso a uno y procuren dar un salto cuantitativo en sus comisiones y convenzan por ejemplo a los órganos de gobierno del Tribunal Constitucional de que se carguen el decreto de amnistía aplicable a los golpistas de la independencia catalana o que reviertan lo ocurrido en el ayuntamiento de Pamplona para que no tengamos que pagar en un futuro inmediato el impuesto intelectual que indefectiblemente va a exigir semejante disparate.

Ya metidos en faena y teniendo en cuenta que yo he escrito carta, le he pedido a Sus Majestades de Oriente que se acuerden de que con un juego de pañuelos convencionales no se cumple cometido alguno si el depositario del regalo es el presidente Sánchez. Como quiera que miente cada vez que abre la boca y en el universo de la fantasía al que miente le crece la nariz de forma paulatina, lo que habrán de depositar en el alféizar de su ventana es un juego de sábanas de matrimonio con longitud y superficie suficiente para poder sonarse a gusto esas napias en desarrollo parejas a las que citaba Quevedo. Ya saben: erase un hombre a una nariz pegado, erase una nariz superlativa. Erase una nariz sayón y escriba. Erase un pez espada muy barbado.

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