Opinión

“La carta robada” y otros relatos

Auguste Dupin fue un personaje creado por el escritor norteamericano Edgar Allan Poe para protagonizar los tres relatos de investigación y misterio que, publicados en periódicos como “The Gift” de notable influencia en el nordeste del país, son habitualmente considerados como los padres de la actual novela policíaca. 

“La carta robada” que vio la luz en 1844, es el último de ellos –“El doble crimen de la calle Morgue” y “El asesinato de Marie Rogêt” le precedieron- y en él se narra una curiosa historia que tiene como objetivo demostrar que las cuestiones más sencillas son también las más efectivas. Tras una infructuosa búsqueda, el prefecto de Policía acude a Dupin para que encuentre una carta comprometedora que un ladrón ha escondido en su gabinete. El inteligente detective maestro en el uso del sistema deductivo, se pregunta qué haría él si fuera el sujeto que necesita esconder la comprometedora misiva, y resuelve que la clave del acertijo es depositarla donde no la busque la policía. Por tanto, nada de cámaras secretas ni  complejos escondrijos. Ni bajo las alfombras, las tarimas del suelo, enterrada en un macetero o entre los libros de una inmensa biblioteca que los agentes han puesto ya patas arriba. Dupin encuentra la carta casi a la vista, doblada por la mitad en un sobre sucio y lleno de borrones en un tarjetero sobre la mesa y a la vista. Los policías han despreciado el lugar por considerarlo demasiado obvio.

Maritxel Betet, presidenta del congreso de los Diputados ha otorgado finalmente permiso para que la policía efectúe un registro en el despacho del diputado socialista canario Juan Bernardo  Fuentes Curbelo, más conocido como el Tito Berni, al que la juez que instruye el sumario del recientemente destapado “caso Mediador” considera  herramienta política de la trama y una de las cabezas de esta organización delictiva.

Sospecho que el despacho de este sujeto lleva vacío de contenido desde hace tiempo, porque ya se habrán ocupado sus colaboradores de no dejar ni el polvo de las alfombras para que lo revisen dos semanas después de saltar la liebre, los agentes.  

Salvo que llamemos a Dupin. Igual la prueba estrella está como quien no quiere la cosa, sobre la mesa como la carta robada.

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