Opinión

Cita en Marivent

Para ser un presidente en funciones, Pedro Sánchez no se las gasta con actitudes modestas. Es el primer jefe de Gobierno en esta situación que ha sido recibido en Marivent para el tradicional despacho veraniego y para celebrar semejante situación, ha plantado al rey durante casi una hora, un comportamiento que si bien produce un cierto bochorno y pone de manifiesto lo sobrado que va este sujeto por el mundo adelante, también es verdad que hace honor a la condición cañí del individuo como estricto cumplidor de la tradicional impuntualidad que distingue la condición española. Tener al rey de plantón durante sesenta minutos para despachar con él en tono muy personal y aprovechar la comparecencia posterior al despacho para volver a reclamar la imperiosa necesidad de que el resto de los partidos le hagan presidente sin otra contrapartida que su figura encantadora tiene unos cuantos bemoles. A Sánchez, a la hora de postularse, no le arredra nada, e incluso cabe sospechar que su talante no está maquillado. Es así de bien puesto, así de chulo y así de guapo y no lo puede remediar.

Existen sin embargo ciertos obstáculos para obtener esa nominación por el mero hecho de plantearla. No es Sánchez quien puede decidir si aspira o no a la Moncloa sino el rey quien, en cumplimiento del artículo 56 de la Constitución –“arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones” según nuestra Carta Magna- habrá de designar a quien le corresponde intentarlo tras el fracaso de su primera designación. Y reconozcamos que el propio Sánchez no ofrece al monarca grandes posibilidades de maniobra. Adoptando su conocida postura de vendedor de crecepelo en el lejano Oeste, el presidente en funciones ha advertido a la salida de Marivent que la distancia entre él e Iglesias es hoy más larga que hace unos días. Que la sintonía es nula y que ya no le tiene a Pablo ninguna confianza. Por tanto, solo cabe otorgarle a él la presidencia sin ninguna otra contrapartida a cambio. Quizá no sea la modalidad portuguesa la que podría servirnos de ejemplo en este trance sino la alemana. Un Gobierno de concentración formado por los tres partidos constitucionalistas. Y podría lograrse, desde luego… pero sin Pedro Sánchez. Sospecho que ahí está la cuestión. Y sospecho que Felipe VI también lo sabe.

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