Opinión

La cola de la sorpresa

Los modos exhibidos por Podemos en esta reanudación de la actividad parlamentaria tienen un sabor tan rancio y recalentado a viejos protocolos soviéticos con sus cambios de posiciones en los escaños, sus subidas y sus bajadas, sus ascensos y descensos, sus adquisiciones y pérdidas de poder, que parece que está uno viendo algún noticiero de los tiempos de la Guerra Fría con los dignatarios del partido cambiándose el asiento según fuera su posición política. Los que habían salido reforzados de las crisis se sentaban delante y a los que les habían ido mal las cosas iban buscándose la subsistencia en filas cada vez alejadas de los que en aquel momento mandaban hasta desaparecer perdidos en el marasmo. Los observadores occidentales podían calcular cómo estaban de fuerza y poderío determinados personajes con solo estudiar el lugar donde les había correspondido sentarse.

De aquello han pasado sesenta años pero Podemos no ha querido sustraerse al influjo y ha puesto en marcha una nueva versión de las celebres purgas internas del partido por antonomasia,  tras el Vistalegre II, representando cuidadosamente toda la casuística que caracterizaba el arcaico PC soviético, con los triunfantes de las ceremonias de purificación mostrando sus potencias en los escaños de la primera fila y los que han sido derrotados  condenados a ocupar sus sillas de gallinero. Es una estética que rinde homenaje a los tiempos antiguos con ceremonias públicas de expiación plenas de guiños al exterior y simbolismo depurativo pero eso es lo que hay en el Podemos de Pablo Iglesias que, como buen líder educado en las inflexibles reglas del Politburó, cuando vence no perdona. Su nueva reina, consejera, mano derecha  y pareja sentimental por añadidura,  diputada Montero, se sienta a su lado y brinda a los analistas políticos motivo abundante para la reflexión y el que quiera entender que entienda.

A Errejón se le  condena a retroceder una fila y sentarse conde antes se sentaba Carolina Bescansa quien a su vez se sale de plano.   A los errejonistas se les señala el camino del gallinero y la antigua pareja del triunfador, la en otro tiempo omnipresente Tania Sánchez, ya no tiene ni silla, Solo falta John Le Carré contando esta historia en blanco y negro que suena más arcaica y apolillada que un laxante de aquellos que se anunciaban entonces en los robapáginas de los periódicos. Al fin y al cabo, los laxantes son imprescindibles en un proceso de depuración.

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