Opinión

Contra sí mismo

Ayer, día 1 de mayo, siete ministro/as del Gabinete salieron a la calle para manifestarse contra sí mismos porque en todas las reivindicaciones que la clase trabajadora y las centrales sindicales expresaron durante esta jornada de protesta, la obligación de atenderlas y otorgarles significado depende de los integrantes del equipo ministerial y en definitiva, del Gobierno de la nación de cuyo equipo todos ellos forman parte. Este sainete que se repite con exacta regularidad cada una de las fechas dedicadas a la Fiesta del Trabajo, es una muestra más del disparatado concepto de administradores y administrados que ordena la política nacional. Siete pasmarotes cumpliendo el protocolo: Ione Belarra (Derechos Sociales), Irene Montero (Igualdad), Yolanda Díaz (Trabajo), Carmen Calvo (Vicepresidenta 1ª), José Luis Ábalos (Transportes y Movilidad) y José Manuel Rodríguez Uribes (Cultura y Deportes), se dieron cita en la celebración junto a los líderes sindicales y los representantes de los partidos de izquierda aspirantes a la comunidad de Madrid. La presencia de esos representantes de los trabajadores y esas cabezas de serie de los partidos políticos entra dentro de la normalidad. La de los ministros del Gobierno cuya responsabilidad es, precisamente, regular y tratar de responder a las exigencias que reclaman los contribuyentes, no. Si la ministra de Trabajo acude como activista a una manifestación en la que se solicita mejoras para la clase trabajadora, no solo está rizando el rizo del despropósito sino que está engañando. Así de fácil.

Yolanda Díaz es una de las ministras mejor valoradas de este Ejecutivo en el que solo la cuarta parte de sus integrantes está dando la cara. Gallega con formación y criterio, se habla de ella como una trabajadora incansable que se ha tomado muy en serio su tarea y pone en ella sus esfuerzos y sus evidentes saberes. Por eso cuesta creer que se avenga a participar en un juego absurdo que le cuadra francamente bien a un sujeto de tan poco fiar como José Luis Ábalos por cuya gestión y el alcance de la misma es lícito preguntarse. 

Por desgracia, la demagogia es más poderosa que la razón. Y la impostura se impone a la honestidad. Este es el caso de estas siete figuras de palo con presencia en la calle solicitándose a sí mismas que sean eficientes y que atiendn a sus propias demandas. Un dislate como tantos otros. Uno más.

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