Opinión

Las Cortes, en modo de farándula

Las últimas sesiones parlamentarias se han convertido en un esperpento y confieso que esa nueva estética que determinados partidos políticos de reciente formación se han llevado al Hemiciclo me preocupa. Es verdad que la dureza dialéctica en los debates  no es un argumento nuevo precisamente, y no hay más que leer las actas de sesiones antiguas en momentos especialmente delicados para encontrar  diálogos de contenido muy áspero, cuajados de exabruptos y pródigos en salidas de tono. Pero el escenario que está imponiendo  esta nueva izquierda de diseño con la inapreciable colaboración de otros grupos parlamentarios que han dado en aceptar el mismo estilo, no obedece precisamente a un ámbito apasionado con ribetes de drama que brota del calentón con lenguaje fluido, tronante e improvisado,  sino más bien a una puesta  en escena largo tiempo preparada que toma elementos de aquí y de allá y que aspira a convertir las gradas de la carrera de San Jerónimo en un plató de televisión. Hay más ruido que nueces en estas intervenciones, más de impostura que de sangre recalentada. A mí me parece una inmensa falta de respeto hacia el ciudadano contribuyente que paga sus impuestos para que le representen con sentido común y eficacia, pero a lo mejor estoy equivocado porque soy viejo. O al revés, me hago viejo porque me estoy equivocando.

En todo caso, esas fantasmadas de acudir al escaño provisto de fotografías o exhibiendo un sorprendente vestuario –vestido por ejemplo con camisetas que rezan un mensaje cualquiera- ni me parecen propias de un parlamento civilizado ni creo que puedan sustituir al necesario, pertinente y demostrativo diálogo parlamentario en el que sus señorías de hoy no parecen muy avezadas y que eran el sustento y el verdadero meollo de las Cortes hasta la II República. Cualquier sujeto de ahora, con escaño en el Congreso, se arregla con levantarse del asiento, mostrar una fotografía, exhibir una pose de desafío y volver a sentarse. Antes primaba la fluencia del verbo, la versatilidad e intención de la palabra… Ahora sus señoría –como en el caso de hace dos sesiones cuyas fotografías nos muestra al señor Iglesias  en actitud de desafío y la guardia montada como un peso welter- se retan a ver quién la tiene más larga.

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