Opinión

Cosa de británicos

Hace muchos años, un amigo mío inglés y yo tratamos de establecer un intercambio cultural de primer nivel entre ambos pueblos y perseveramos en enseñarnos mutuamente un juego de cartas representativo de cada bandera como complemento a nuestra amistosa relación abundantemente regada con cervezas y morapio. Yo elegí el mus y el eligió el bridge. Como quiera que ambas manifestaciones tienen mucho de la idiosincrasia de cada uno, el intercambio no fue fácil, pero debo suponer que o bien el mus es un juego más sencillo de aprender o yo tengo mayor capacidad didáctica. Mi amigo aprendió a jugar al mus al principio en su función más rudimentaria, y yo hoy es el día que no tengo del bridge ni la más remota idea.

En todo caso, está pequeña anécdota confirma la fuerza de voluntad y la dificultad de rendirse que caracteriza y ennoblece al pueblo británico, una virtud asombrosa que se manifestó en su más excelente magnificencia durante la guerra cuando la aviación alemana comenzó a martillear el suelo de las islas como paso previo a invadirla por mar y aire. Gran Bretaña se conjuró para defender su casa y frenó a los alemanes. Y mientras los pilotos de la RAF subían al cielo con sus Spitfire para derribar cazas alemanes, bajaban mermados, se tomaban unas cervezas entre el crepitar de las bombas, besaban a una chica de uniforme que prestaba servicios auxiliares entre sacos terreros, tocaban una canción al piano y volvían a subir, el resto apretaba los dientes y se entregaba a cualquier labor en tierra, desafiando las llamas, el horror y la metralla. Esa gente detuvo a Hitler y le obligó a dar la vuelta y volverse a casa.

Pero ese mismo pueblo es un ejemplo de individualismo feroz como buena casta isleña, que conduce por la dirección opuesta a la mayoría de sus hermanos continentales, y que ha decidido romper con ellos en una alarde de contumaz estupidez que asombra en un país que ha dado al mundo talentos asombrosos que seguramente hoy se avergonzarían de su primer ministro y de este desastroso divorcio que mayoritariamente han votado.

Para colmo de males, y en su línea habitual, han criado una cepa de la pandemia que es suya propia. Es muy especial como el té de las cinco y jalea de arándanos. O sea, se contagia más y mata más. Rule Britannia over the waves. Ahora no. Mejor que no crucen en canal.

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