Opinión

Costumbres ajenas

Un buen amigo que ha sido embajador en media docena de países a lo largo y ancho del mundo, me contaba que, a su llegada a uno de sus destinos situado en la franja atlántica del continente africano, observó cómo sus habitantes desestimaban por costumbre algunos de los frutos que aquel mar ofrecía generosamente. Por ejemplo, unos hermosos percebes que se daban francamente bien en las rocas de su litoral y le recordaban poderosamente a los de sus amadas costas de Galicia. Ante el pasmo general, el embajador se hizo traer aquellos canutos negros tan repugnantes a su mesa, instruyó a los cocineros de la embajada sobre cómo prepararlos, y se los comió tan santamente apreciando además una calidad en el producto que ni siquiera soñaba. El servicio supuso que el nuevo embajador estaba como una cabra pero a su mesa nunca faltaron aquellos percebes tan estupendos.

Permítanme que me acoja a otro ejemplo. Hace unos años, asistí a la proyección de un documental en la 2 que resaltaba las costumbres de una tribu asentada en el corazón del África profunda cuya delicia gastronómica más sublime era la ingesta de arañas trepadoras. Eran éstas unos bichos que los naturales cazaban en los árboles y que tenían el tamaño aproximado de una nécora terciada. Los guerreros trepaban por el tronco, cogían las arañas, las metían en un saco y, una vez en tierra, las asaban a la brasa entre dos palos y se las comían exactamente como nosotros consumimos marisco de cáscara. Abriendo por el caparazón, y chupando con deleite las patitas. Ponían al comérselas las mismas caras de alegría y satisfacción que las que podemos mostrar nosotros comiéndonos una centolla. Al fin y al cabo, son criaturas muy similares y una centolla no es más que una araña de mar a lo bestia.

Digo todo ello para significar la necesidad de comprender lo que nos es lejano. Sé que lo que digo a algunos les va a resultar blasfemo pero estoy con Mariló Montero. El mundo del toro es aparte y nos es ajeno a todos menos a los que constituyen el mundo del toro. Por tanto, respetemos sus valores y sus costumbres aunque no sean las nuestras. A Francisco Rivera le han linchado desde todas partes toreando con su niña en brazos. Y no es justo. Las cosas no son siempre como la mayoría quiere.

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