Opinión

Cualquiera puede ser presidente

Explica la conocida y democrática sentencia muy popular entre los habitantes del país, que cualquier ciudadano de los Estados Unidos puede llegar a presidente, una suposición usada con frecuencia en las películas pero no tan simple y adorable como puede sugerirse en el manido refrán. Es cierto que no parece necesario ser una lumbrera para tomar posesión del mítico Despacho Oval, pero es cierto también que para ser presidente hay que tener gran habilidad política, estar en los lugares de privilegio en el momento conveniente, o bien tener muchísimo dinero (o ambas cosas a la vez lo cual en el segundo supuesto se garantiza más fácilmente). En el primero de los casos, los grandes grupos de presión financiera del país apoyan al personaje previamente elegido para exprimirle después y cobrarle dólar a dólar todo lo que le han prestado a base de recibir privilegios, o bien ser Donald Trump. En este caso la situación se hace más inquietante incluso porque, si bien demuestra que cualquier ciudadano del país puede llegar a presidente, también concluye que el dinero manda y determina incluso la posibilidad de que asuma la presidencia un sujeto como éste.

Esa escalofriante peripecia que puede hacer de un bárbaro de tomo y lomo el próximo presidente de los Estados Unidos suele ser explicada apelando a un argumento que es por desgracia rigurosamente cierto. Los Estados Unidos de América conforman un país inmenso en el que caben todas las variables económicas, sociales, culturales e incluso biológicas posibles pues configura un territorio que presenta cinco husos horarios diferentes, en el que la distancia entre las costas del Atlántico y del Pacífico es de cuatro mil quinientos kilómetros, aproximadamente la misma que existe entre Seatle y Miami. España cabe holgadamente en el estado de Texas.

Esta inmensidad incontrolable propone comportamientos de toda condición, -inimaginables por supuesto para cualquier europeo serio- entre los que probablemente se encuentra el de aupar hasta su presidencia a un cavernícola podrido de dinero, de aspecto ridículo y de ideario obtuso, beato, racista, machista, autoritario, grosero, salvaje y siniestro. Una actitud posible aunque a nosotros nos parezca un desatino. Lo malo es que ese país tan pintoresco también es el más poderoso de la tierra. O sea, que sus delirios nos afectan a todos vayámonos preparando si sale este tío.

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