Opinión

Al destino, que es tan cruel

Lo que son las cosas y lo que de efímero, siniestro, hermoso, universal y trascendente tiene la existencia humana, aquí estamos llorando la estúpida muerte de un piloto de motocicletas en la flor de la vida que ha perdido la suya en el circuito, y al tiempo asistimos con un nudo en la garganta de pura y emocionada felicidad al triunfo de una tenista que impresiona por su fortaleza y que está llamada a revolucionar el circuito femenino.

La muerte que se ha llevado en sus garras a Luis Salom es simplemente un sandios. Una tragedia contra natura, grosera y esperpéntica. Salom era un chico maravilloso, que rezaba un Padrenuestro antes de iniciar cada carrera y que adoraba a su madre, una dama buena que acompañaba al chaval, Luisito el “Mexicano” como le llamaba todo cristo, a cada una de las pruebas que corría, que le entretenía amorosa en las horas muertas entre entrenamiento y entrenamiento, que le hacía sombra protectora y feliz paseando ambos del bracete por el padock –así se los encontró Ángel Nieto unas horas antes del horror y ambos le saludaron con una sonrisa limpia, confiada y resuelta- y que se estará preguntando a estas horas, rota por el dolor y la perplejidad sin retorno, cómo le han podido robar a su niño con 23 años, víctima de una dramática carambola de las que ocurren una vez cada mil supuestos.

Y, gracias a esa misma naturaleza que nos ha sido dada, recibimos con alborozo desatado la victoria de Garbiñe Muguruza en el Roland Garros con menos de un día de diferencia. Garbiñe tiene 22 años, un metro ochenta y dos de estatura, unas piernas tan largas como un día de ayuno y una fuerza interior y exterior que sobrecoge. Es guapa, joven, fuerte y arrolla, así que el futuro es suyo y si no ocurre nada anormal va a cambiar el concepto del tenis femenino y se convertirá en una campeona de leyenda porque lo tiene todo para serlo.

Luis Salom no podrá verlo y celebrarlo desgraciadamente. Ni Garbiñe podrá darle un par de besos de mutua enhorabuena un día que pudieran coincidir en alguna ciudad del mundo que se rindiera ante el empuje irresistible del valeroso piloto balear o ante los estacazos como cañones de artillería que la jugadora vasca prodiga con su raqueta ungida por el destino para ser número uno de la clasificación femenina ATP. El destino es así de cruel y te desarma y te anonada.

Te puede interesar