Opinión

Por dónde van los tiros

Como todos los presidentes del Gobierno que han finalizado su mandato, Felipe González se ha puesto con celo a la tarea de influir más que mandar que es un ejercicio más reconfortante y divertido que el de ser considerado y acatado como autoridad competente. En la línea de los cesantes, se ha buscado tan divinamente las lentejas en distintos menesteres y lo ha hecho con tan singular apaño que se ha convertido en un santón barrigudo y con papada con posesiones en los lugares más recónditos y podrido de dinero. Es por tanto un millonario abúlico y descreído, de vida sedentaria y ocupaciones seguramente tan fructíferas como inconcretas. En honor a la verdad, resulta casi imposible determinar a qué diablos se dedica Felipe si bien cabría sospechar que gran parte de sus actividades responden a la calidad y rango de aquellos que los exégetas de la información socio-política consideran sus amigos. No cabe duda de que contar como tal a Carlos Slim propone más o menos por dónde van sus tiros. Y Felipe nunca ha abandonado su excelente relación personal con el rey emérito, y por ahí también van otros de sus tiros. Los amigos de Felipe son muy influyentes. Le piden consejo, le encargan cosas y le tienen muy en cuenta. Por ejemplo, el área de opinión del grupo Prisa no mueve un dedo sin que él lo sugiera y sus años de conocimiento con el presidente Cebrián son todavía más de esos tiros. Además diseña joyas y es incluso posible que siga regando bonsáis que es un ejercicio que proporciona una gran paz interior.

De vez en cuando, el periódico al que inspira y desde el que cada cierto tiempo se dirige a los círculos precisos le abre la puerta, como ha ocurrido ahora que estamos tan urgidos. Cuando González sube al púlpito algo está para pasar como cuando Curro desplegaba el capote y en la Real Maestranza el silencio se cortaba con un cuchillo. Acaba de escenificar uno de sus monólogos y para el momento ha elegido la parábola aconsejando sin aconsejar que es su estilo predilecto cuando asoma la cabeza en los momentos claves. ¿Habla su boca o hablan otros por él? ¿Dice lo que desea decir o lo que se necesita que diga?... Ufff: Yo sospecho que su repugnancia por Pablo Iglesias es lo que más se le ha entendido. Lo otro es de orden interpretativo.

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