Opinión

Dos que se quitan

Acabo de llegar de una reunión de mi comunidad vecinal en la que se pone de manifiesto la dificultad para alcanzar un acuerdo doméstico. Son situaciones no infrecuentes que todos los que comparten edificio de viviendas conocen y que suelen estar emparentados con las derramas  que se suman a los gastos de comunidad para compartir gastos por actuaciones obligadas efectuadas en el edificio, necesidades de afrontar nuevas obras y, sobre todo por problemas derivados de los servicios, régimen de calefacción por ejemplo, que en muchos casos se rigen por sistemas recién  estrenados y aún no puestos  suficientemente contrastados.

Algo por el estilo está pasando en el ayuntamiento de Pamplona desde que los representantes del partido socialista decidieron atender a la comunicación interna y alinearse con Bildu para cambiar la titularidad del alcalde apelando a la siempre antipática medida de la moción de censura. Como ese alineamiento viene marcado por una orden superior que obliga al pacto en respuesta a los votos favorables en otra moción, esta vez de investidura, y que partieron de EH Bildu hacia Pedro Sánchez -naturalmente con su correspondiente factura donde pone el precio- dos ediles a los que tocaría sustituir a la recién nombrada ministra de Inclusión que ejercía de concejala en este municipio, se han borrado del mapa para no tener que hacerlo. Comprendo que da mucha vergüenza estrenar el escaño votando en modo disciplina de voto a un sujeto que pertenece a Bildu y que por tanto representa lo que representa y tiene el negro pasado que tiene. Y por consecuencia, comprendo incluso que no quieran formar parte de ese circo. Sin embargo, lo que sería exigible para ambos es explicar por qué no quieren ser concejales.

El primero en rechazar el puesto ha manifestado  que no puede soportar las presiones de las que está siendo objeto. La segunda ha apelado a motivos profesionales, añadiendo que una responsabilidad de esta dimensión necesita un esfuerzo completo.

En mi opinión, lo que ha intervenido en estas decisiones es la personal e intransferible cláusula de conciencia. O lo que es lo mismo, el convencimiento de que uno no puede volver a pasearse por las calles de Pamplona con la serenidad del deber cumplido prestando su voto para hacer alcalde a uno de Bildu. Pero sería exigible que no se maquillara el por qué y de dijera la verdad.

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