Opinión

Ejemplos diplomáticos

Cuando las potencias europeas acudieron a la llamada  del príncipe Von Matternich y se reunieron en el Congreso de Viena para diseñar el continente y repartírselo una vez Napoleón había caído y había sido confinado en la isla de Elba, el rey Fernando VII decidió enviar a la cita a un idiota como él. Muchos de los excelentes amigos de Asuntos Exteriores con los que compartí un reconfortante momento de mi vida profesional en el año y pico que trabajé para este singular ministerio, me comentaron que en ese episodio aparentemente nimio de nuestra Historia anida el errático discurrir de la diplomacia española a través de los siguiente siglos. El elegido por el monarca fue un personaje de origen extremeño llamado Pedro Benito Gómez de Labrador, marqués de Labrador, que acudió a Viena en calidad de plenipotenciario para hacer valer los derechos adquiridos por nuestro país como víctima de Napoleón pero también como representante de la tierra poblada por los recios lugareños que le echaron el freno. La triste realidad es que las órdenes administradas por el rey Fernando para afrontar la cita y la propia torpeza de su delegado al administrar la encomienda, deparó un fracaso de la gestión en toda regla. Las representaciones europeas en el Congreso se divirtieron de lo lindo –uno de sus ponentes, el conde de Ligne, acuñó la famosa frase, “Le Congrés ne marche pas, mais il danse”- y en sus ratos libres se ocuparon de arreglar el territorio europeo mientras Napoleón se aburría en el exilio hasta que se hartó y volvió a Francia durante cien días. Pero, paradójicamente, quien se manifestó como el genio del encuentro fue Talleyrand, el representante de la Francia que acudía a la reunión como la potencia derrotada, y salió de ella triunfante gracias a la habilidad de su enviado al Congreso.

Labrador hizo el ridículo y marcó el camino para ejercer la diplomacia cada vez peor. El camino hacia un cada vez más desastroso ejercicio diplomático ha sido largo pero sistemático, hasta llegar a hoy en el que gran parte de la actividad en el exterior la marca Pablo Iglesias, demostrando que la ley de Murphy está prácticamente creada para nosotros y nuestras políticas. Ante el vicepresidente y su status, Labrador es Talleyrand. 

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