Opinión

Ejercicios de memoria

En la segunda época del nuevo milenio triunfa la máxima de "pasó el día, pasó la romería"

Cuando uno se va haciendo viejo, tiende a idealizar los momentos pasados y a considerarlos los mejores de su vida. Es natural, porque cuando uno vivió aquellos instantes irrepetibles que le ofrecieron tantas alegrías al cuerpo, aquel cuerpo era fuerte y esbelto, suave como el visón y duro como el acero y además lo aguantaba todo fuera verano o invierno. Ahora que se cumplen treinta y cinco años nada menos de la fundación de Atlántico Diario, no he podido por menos de rememorar aquel glorioso tiempo más que nada porque llevo un par de días recibiendo llamadas y mensajes de muchas amigas y muchos amigos que me felicitan y me ayudan a recordar los viejos tiempos. Treinta y cinco años son muchos años, tantos que nada se parecía a lo de ahora. Las computadoras estaban en pañales, la telefonía móvil aún no era operativa e incluso Adriano Celentano tenía algo de pelo en la cabeza. Les recomiendo que lo  escuchen y lo admiren en  “Chi non lavora non fa l’amore” una de las más grandes canciones escritas en italiano de todos los tiempos. Es lo que ahora se llamaría un “temazo”, quizá la palabra que más odio de todas las que se han incorporado por la puerta falsa al idioma de todos.

La memoria es frágil y si no se practica se pierde. Nadie se acuerda a estas alturas ni siquiera cómo se llamaba el alcalde de Vigo cuando Atlántico salió a la calle –he hecho la prueba- y si les hablo de los “Young Rascalls” alguien habrá que me pregunte en qué liga juegan. De hecho, ya nadie se acuerda de Volodímir Zelenski y la guerra que ha forzado un criminal como Vladimir Putin. Las noticias sobre la invasión de Ucrania cada vez ocupan menos tiempo en los informativos y menos espacio en el papel de periódico, señal inequívoca de que todo vuelve, para degradación de las conciencias europeas, a su sitio, una práctica desgraciadamente extendida en el mundo occidental al que le horroriza enfrentarse al sufrimiento. Apuramos la segunda década del nuevo milenio, una época que con gran frecuencia se abona a la secular máxima del “pasó el día y pasó la romería”. La luz sigue subiendo, la gasolina alcanza precios estratosféricos y no les recomienda ir a comprar fruta porque las buenas cerezas están más caras que los percebes. Yo no creo que el mundo pueda sostenerse en semejante situación pero tampoco veo que la cosa preocupe mucho. Ya llegará el verano.

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