Opinión

El 9 de mayo

Setenta y cinco días después de la invasión, las fuerzas siguen igualadas

La fecha del 9 de mayo no es especialmente tenida en cuenta en los círculos europeos, pero los rusos se aferran a ella para  mantener viva una llama que necesitan. El día 9 de mayo de 1945 es el día de la capitulación de las tropas alemanas que ponía fin a la guerra en Europa si bien y en realidad, los ejércitos de Hitler se habían rendido el día anterior en Reims y por un error de comunicación los rusos signaron el documento –lo hizo  el mariscal Zhukov en presencia del mariscal Keitel- al día siguiente en Berlín. Sea como fuere la circunstancia en que se aceptaron las capitulaciones de la Wehrmacht, desde ese momento Rusia y sus países satélites eligieron este día como referencia. Lo han celebrado siempre por todo lo alto y así lo hicieron también ayer y con más motivo porque la situación planteada por Putin en su invasión de Ucrania necesitaba una inyección de moral y una representación de ardor guerrero para recuperar parte del mucho terreno perdido. La entrada de los rusos en Ucrania  parecía un paseo militar pero el ejército ucraniano se ha encargado de mostrar al dictador ruso que se equivoca. Setenta y cinco días después de la invasión las fuerzas siguen igualadas y los rusos no han conseguido más que modestos objetivos. Los soldados rusos están muriendo a centenares y la campaña comienza a apestar a fracaso.

Mientras Putin se hacía fuerte en la Plaza Roja de Moscú como eje único y principal de una representación teatralizada que giraba en torno a él mismo y que trataba de impresionar al mundo a base de un despliegue de material bélico que impresionara y aterrara a los líderes europeos, al embajador ruso en Polonia lo recibían regándolo con pintura roja. Los aviones no pudieron intervenir en el desfile a causa del mal tiempo y las tropas terrestres de su ejército están estacionadas y sin capacidad para seguir adelante. Kiev no se rinde.

Ahora sabemos que este zar esperpéntico, desprestigiado y absurdo puso en contacto a uno de sus emisarios con el prófugo Puigdemont para ofrecerle 100.000 soldados el día mismo en que el Gobierno catalán declaraba unilateralmente su independencia. Lo sabemos, sospecho, gracias a la operación Pegasus que, además de proponer un escenario sainetesco, nos permite catalogar hasta qué punto los dirigentes separatistas son ridículos. Qué vergüenza.

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