Opinión

El "Chicler"

No hace muchos días, tomaba yo una cerveza con un par de abogados amigos míos y escuchaba  con gesto comprensivo sus quejas. Ambos coincidían en la sensación de que la sociedad en general no acaba de entender la complejidad de las leyes y exige desenlaces rápidos y contundentes en procedimientos que necesitan más tiempo del que esa misma sociedad quiere aguantar sin perder la paciencia. Es verdad, todos llevamos un juez o un fiscal dentro como llevamos un seleccionador nacional de fútbol e incluso un periodista. El problema es que ese magistrado que uno lleva dentro carece de toda preparación académica y emite juicios sin tener la menor idea de fundamentos de Derecho. Por fortuna, lo que piense cualquiera de nosotros sobre leyes en nosotros queda. En la sala donde se administra justicia, las reglas son otras y es probablemente es por ahí por donde se produce el desencuentro.

Esa fue mi respuesta y también mi ruego. Los profesionales del Derecho, los magistrados, los fiscales, los especialistas en esta actividad en suma, suelen tener un cierto reparo en reconocer que su mundo es propio e intransferible y que algo hay que hacer para demostrarle al administrado la bondad de los procedimientos. Hace apenas unas horas, he leído la crónica del proceso seguido en Santiago de Compostela contra  José Enrique Abuín al que todos conocemos por “el chicle” –he preguntado a algún experto y me asegura que, en realidad, es “el chicler” porque el apodo no se refiere a gusto alguno por consumir goma de mascar sino a su afición por los automóviles, que usan el chicler para regular el paso de gasolina al carburador- y sospecho que lo acontecido no es fácil de digerir. Este sujeto acusado por el asesinato de Diana Quer, se enfrentaba a otro delito de parecidas características ocurrido en Boiro cuya víctima es una joven que logró salvarse cuando era introducida en el maletero. El acusado pronunció un alegato al final de la vista en el que  llamó mentirosos a los guardias civiles y se refirió a Diana, como “esa chica de Madrid” con su padre sentado en la sala. Cuando Juan Carlos Quer solicitó hacer uso de la palabra, el juez  se lo prohibió: “usted es público y si no se calla lo hecho”. A lo mejor, no tenía derecho a hablar, pero un mínimo de sensibilidad no está reñido con el reglamento.

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