Opinión

El enigma Unamuno

Los creadores que se mantienen tiempo en el primer plano de la actualidad, suelen aportar a su legado un conjunto de obras con un nivel de calidad que justifica su fama, y otras cuyas bondades son mucho más cuestionables. Es natural que así sea, porque no es humano hacerlo todo bien y un artista, por muy bueno que resulte, siempre tiene puntos de flaqueza que rebajan el grado de su producción e inspiran actuaciones de mucho peor nivel. Ocurre con literatos, músicos, artistas plásticos y, por supuesto, directores de cine, cuya obra suele adquirir su justiprecio no durante el tiempo en el que permanecen en activo sino cuando generaciones posteriores juzgan sus películas con frialdad y sin servidumbres añadidas. Yo, por ejemplo, vengo de contemplar la última cinta de Amenábar, titulada “Mientras dure la guerra” como antes asistí a la visión de la última película de Almodóvar, “Dolor y gloria”, ambas muy tenidas en cuenta por diferentes instancias cinematográficas, incluyendo la de los Premios Goya, equivalente nacional al Óscar, que consideran ambas como dos obras muy destacadas dentro del actual panorama cinematográfico patrio que no está, a qué engañarse, como para tirar cohetes.

Confieso que tenía muchas ganas de ver la más reciente obra de Alejandro Amenábar directamente inspirada en los primeros días de la guerra civil en Salamanca con Miguel de Unamuno y su polémico comportamiento en aquellas fechas como principal referencia. Mucha tinta se ha vertido para tratar de glosar el famoso y accidentado acto del Paraninfo de la Universidad donde Unamuno –que se había jurado a sí mismo y a su propia familia que no abriría la boca para evitar líos- no pudo aguantar más y tomó la palabra. El enfrentamiento con Millán Astray es de sobra conocido, aunque las diferentes fuentes difieren entre sí hasta el punto que hay tantos relatos del hecho como relatores. Amenábar también aporta el suyo. Tras comprobar con cierta inquietud que un cineasta tan prometedor como él había firmado dos cintas anteriores –“Ágora” y “Regresión”- que eran dos infumables y pretenciosos bodrios, me he asomado a esta historia que cuenta las dudas y los temores de Miguel de Unamuno y reconozco que me voy contento. A la película le falta algo, pero ese algo no es elenco, porque los actores están estupendos. Ni es dirección artística. Tampoco le falta verdad y sentido común en la narración de este doloroso capítulo de nuestra existencia como pueblo. ¿Qué le falta? Si yo lo supiera…

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