Opinión

El mal diálogo

Hace tiempo que el diálogo parlamentario no solo ha perdido por completo sus antiguas virtudes de nobleza e ironía y se ha convertido en una desoladora chapuza, sino que también ha perdido por completo el interés. La palabra de sus señorías es insustancial, y en su mayor parte recuerda a los futbolistas entrevistados después de los partidos quienes, temerosos de decir algo inconveniente que les ponga en contra a otros futbolistas, a algún sector de la prensa o a su propio entrenador, se limitan a decir siempre lo mismo y pocos de ellos se apartan levemente del patrón establecido. Con los parlamentarios viene a ocurrir lo mismo, y el debate se ha establecido en el estudio de situaciones personales que poco tienen que ver con la función que todos ellos representan y que convierte a cada uno en enemigo íntimo del rival político unas veces por agresor y otras, por agredido. Hace unos días, una senadora del PP interpeló a la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la que le criticó haber elegido a quién eligió por pareja. “¿No le da a usted vergüenza –le preguntó-compartir su vida con un machista?” a lo que Montero respondió con toda la razón del mundo, que ella se metía en la cama con quien le daba la gana lo cual implica una respuesta muy pertinente. Lo malo es que Montero está recibiendo hoy –integrante del Ejecutivo con cartera en su Gobierno- del mismo frasco de medicina que ella se encargó en desprecintar un año antes, cuando tronaba irrespetuosa e intempestiva desde su escaño.

Estos últimos días, la ministra Calaá recibió las críticas de la oposición por abandonar Madrid con destino a Bilbao teniendo en cuenta la delicada situación de la capital y las medidas tomadas al respecto por su propio Gobierno. Como viene siendo norma en este intempestivo y antipático debate, la titular de Educación respondió enseñando los dientes. “Yo me voy a Bilbao cuando me da la gana que es mi casa”. Todo podría ser perdonado, incluso el tono, si viviéramos en otro momento. Pero lo cierto es que Isabel Calaá ya no debe ir a Bilbao cuando le da la gana porque reside en Madrid y a ello se debe, como mi hermana no puede ir a Pozuelo donde habita su hijo que es mi sobrino, y se aguanta los deseos de verlo. Calaá ostenta la titularidad de un ministerio, y debería ser un ejemplo de sensatez y compromiso. No lo es y eso está muy feo.

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