Opinión

El oro y la ceniza

El dramático alegato pronunciado por la gimnasta estadounidense Simone Biles expresando su necesidad de retirarse de determinadas modalidades de su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio, ha emocionado más de lo que ha sorprendido. Esta atleta asombrosa ha necesitado una dosis suplementaria de valor y honestidad para expresar públicamente su imposibilidad de competir en las condiciones por las que está atravesando. No se ha referido a su cuerpo –que probablemente se encuentra en óptimo estado para presentarse al concursosino a su mente. Esta joven deportista que asombra al mundo con la escalofriante perfección de sus ejercicios, no ha echado mano de subterfugios ni se ha refugiado en pretendidas lesiones.

Simplemente ha explicado que no puede seguir actuando en mitad de un ataque de ansiedad mayúsculo que le estaba impidiendo concentrarse y realizar sus ejercicios con la calidad extrema que han convertido a esta joven de Ohío que mide tan solo 1,42 y pesa 47 kilos, en la que probablemente es la mejor gimnasta de la Historia con el permiso de la indiscutible y sin par Nadia Comaneci, la más grande entre las grandes.

El caso de Biles es, sospecho, la punta del iceberg de un submundo que discurre agazapado y que se supedita a la gloria de los triunfos deportivos a cualquier otro concepto, sin tener en cuenta ni calibrar el precio que necesario pagar y que afecta simplemente a la condición de los atletas como seres humanos. Seres humanos de una materia naturalmente superior al resto, pero seres humanos al fin y al cabo. El caso de la Federación de Gimnasia de los Estados Unidos es un caso monstruoso por si mismo plagado de episodios inimaginables. Maltrato, abusos, consumo de sustancias sospechosas, crueldad mental y física… con la figura del doctor Nassar –acusado de perpetrar estos horrores sobre 300 gimnastas adolescentes- como referencia, y su condena a cuarenta años por ello.

En todo caso, esa casi certeza de que existe una caverna bajo el oro de las medallas permanece intacta. Simone Biles lo está gritando.

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