Opinión

Empresarios amigos

A pesar de que nos hemos educado en el mismo colegio, no conozco personalmente a Nadia Calviño pues sus múltiples compromisos personales y profesionales impiden a la vicepresidenta  acudir a citas relacionadas con infancia y juventud compartida en las que pudiéramos haber coincidido. Nadia Calviño es, sin duda, una mujer de excelente formación, inteligente y seria que se ha curtido durante años en responsabilidades relacionadas con foros políticos y económicos continentales y que ha desempeñado cargos de notable responsabilidad en estos ámbitos.

Por eso me ha sorprendido profundamente un comportamiento no solo pueril sino sobre todo intempestivo  e incluso peligroso, como el que ha mostrado durante un programa de radio compartido con Carlos Alsina. Presionada por algunas de las desfavorables noticias que se agolpan en su mesa durante estos días, y susceptible ante los requerimientos de los presentes para conocer sin explicaciones yuxtapuestas  el motivo por el que un gigante como Ferrovial ha resuelto trasladar su sede a los Países Bajos, la respuesta de Calviño se me antojó sorpresiva e imprudente porque, además de disculpar al Gobierno de cualquier responsabilidad en el trato a la clase empresarial que no es en modo alguno afectivo y que podría haber actuado como uno de los motivos que han acelerado el cambio de residencia de Ferrovial, añadió que aquella misma mañana había recibido recados de personalidades empresariales transmitiéndole su preocupación ante la posibilidad de que se produzca un cambio de Gobierno. Cuando un tertuliano le conminó a que manifestara sus nombres, la vicepresidenta respondió que ya se los contaría fuera de micro.

La confidencia de Calviño coincidía en tiempo y hora con los avances del caso Mediador, que abre la puerta de las sospechas a la connivencia fraudulenta entre ciertos empresarios y  numerosos parlamentarios socialistas en un ámbito enrarecido por factores como el tráfico de influencias, las cuchipandas nocturnas, la prostitución, el privilegio y la cocaína, con el Congreso de los Diputados como lugar donde se arreglan las citas. Alguien pudo preguntarle a Calviño si los empresarios que la llaman preocupados por el cambio de Gobierno son los amigos de Bernardo Fuentes Curbelo, esos que cierran negocios con él en calzoncillos y abrazados a señoritas de compañía. Calviño debe estar de los nervios para perder así el tino.

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