Opinión

Entrevistadores y entrevistados

De entre las situaciones abyectas que nos ha traído este nuevo periodista esclavo del espectáculo y de la imagen que se ha adueñado del hecho informativo en el siglo XXI, la peor es, a mi juicio, aquella que ha conseguido equiparar a los que preguntan con los preguntados. Lo digo asistiendo de hito en hito a la universalmente popular entrevista mantenida entre el periodista Jordi Évole y el astro del fútbol internacional, el delantero argentino del CF Barcelona, Leo Messi, una entrevista que, sin que su contenido tenga mucho que ver en el fenómeno, ha dado la vuelta al mundo. Sospecho que, como ha ocurrido en muchos otros episodios cercanos, lo que en esa conversación se ha revelado apenas tiene interés si lo analizamos del modo más pragmático. Lo único que en verdad atrae la atención del espectador es el hecho de enfrentar ante las cámaras a un personaje de gran influencia popular como Messi, con un sujeto que ha desbordado la condición de humildad y recogimiento que debería distinguir a los periodistas bien formados como Évole. Hay que estar en el momento oportuno y en el lugar oportuno, y sospecho que Évole lo ha estado. Ignoro el motivo de esa presencia afortunada, pero imagino que se ha concitado una sucesión de carambolas afortunadas que han conseguido hacer de un profesional muy discreto y sin prestaciones destacables, una figura señera en el periodismo nacional. El motivo me resulta inexplicable, pero tampoco es que me interese mucho desentrañarlo.

La entrevista, según mi leal entender es discreta tirando a mediocre. Nada hay en su contexto más que un rosario de inconcreciones, presunciones y meditadas vaguedades que nada aportan ni nada descubren. Desgraciadamente, durante mi vida profesional, yo me manifesté como un entrevistador catastrófico y, por tanto, ninguna de las entrevistas que firmé durante mi andadura en el oficio va a pasar a la historia, al contrario de las de Galdós, Manolo del Arco, Josefina Carabias, César González Ruano, Larry King, David Frost u Oriana Fallaci. 

Esta tampoco, por mucho que sus protagonistas sean Leo Messi y Jordi Évole, dos interlocutores que mantuvieron un parlamento que ha pasado al imaginario popular por lo que ellos son y no por lo que se contaron. Así estamos en esta profesión y que Dios nos ampare.

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