Opinión

Episodios nacionales

Cuando uno ha vivido ya unos cuantos años y ha visto de casi todo, sospecha que su capacidad de pasmo se ha reducido convenientemente y piensa que nada va a sorprenderle a estas alturas de la película. Se equivoca. Me equivoco mejor dicho, porque el escenario parlamentario ha producido últimamente episodios que no recuerdo se hubieran dado mientras yo he tenido capacidad de discernimiento y ya hace años que disfruto de esta condición. Es cierto que, recorriendo la historia de la política nacional pongamos desde los albores del parlamentarismo a la muerte de Fernando VII, se producen situaciones que transmiten mucho asombro. Lo transmitieron a la opinión pública cuando se produjeron y siguen produciéndolo ahora con el paso de los años. Aquellas largas sesiones en el Congreso de los Diputados al que los periodistas acudían con lapiceros engastados en conteras que terminaban en un tenedor para poder catar lo que la madre, la esposa, la hermana o la patrona colocaban en la fiambrera al iniciar el día sin necesidad de abandonar el salón de plenos, ofrecieron materia abundante para el asombro. Castelar elevando el dedo índice para acusar a los republicanos federalistas como fiel republicano unitario que él era. Paul y Angulo insultando ferozmente a Prim al que culpaba de todas las vergüenzas de una corona ruinosa, Calvo Sotelo plantado delante de Pasionaria mirando a los ojos de su destino descrito entre dientes y sin fallar una por la diputada del Partido Comunista, Tejero mandando tirarse al suelo y pegando tiros con el tricornio calado hasta las cejas… Hay para todos los gustos.

Sin embargo, este humillante y vergonzoso plantón protagonizado por Torra ante la convocatoria de la famosa cumbre organizada para su disfrute por el presidente del Gobierno a la que el presidente autonómico no acudirá por razones de agenda, rebasa límites pocas veces traspasados. Se trata de un comportamiento de inusitada vileza que retrata al caballero, lo cual no debería ser motivo de preocupación, eso es cierto. Sí lo es sin embargo, y de plena gravedad, el desprecio ignominioso que su actitud dedica a todos los españoles incluso a los que, como yo mismo, nunca suscribiremos la propuesta de una comisión negociadora y mucho menos, la presencia de un árbitro venido de fuera para fiscalizar la pureza del encuentro. Sánchez sabrá lo que hace pero otro revolcón de estos no sé si va a soportarlo. Yo tampoco.

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