Opinión

El exministro desmelenado

Sale a la venta el segundo tomo de las memorias de José Bono al que, según cuentan, el primero de los volúmenes le olió a fracaso. La editorial para la que escribe le concedió en su día un generoso adelanto de casi un millón de euros por las ventas que al final no colmaron ni por asomo el dinero invertido y parece que en esta segunda entrega dada a la imprenta por el ex ministro le ha exigido que se deje de zarandajas y cuente algo con sal y pimienta para los lectores más ávidos de cotilleada. Bono es, en mi opinión, un sujeto zorruno e indefinible que ha hecho de esa cuestión su infalible método de subsistencia. A día de hoy, soltero y sin compromiso conocido, –existe un insistente ronroneo en las filas del corazón sobre la naturaleza de sus más recientes relaciones afectivas- mucho más afinado de talle que antaño, y con la cabeza cubierta de una mata de pelo que ya la quisiera para sí George Harrison en sus mejores momentos, se ha dedicado a obtener ingresos rotundos desde debajo de las piedras manejándose en multitud de escenarios, exhibiendo ese acento tan peculiar que todos los humoristas del país han tratado de imitar alguna vez en su vida, manifestándose en permanente clave de chascarrillo y paseando su persona de postín por insólitos frentes  como las visitas a Teodoro Obiang Ngema cuyos resultados crematísticos alguien debería preguntarle.
Bono se me ha hecho a mí un personaje de no mucho fiar mira por dónde a pesar de que yo le tenía aprecio en otros tiempos, y me da que está echándole a lo suyo más cara de la debida y la que comúnmente se acepta en estos casos. Ahora, retrechero y renovado, firma sus nuevas memorias a ver si arreglan el estropicio del primer bloque, y se sabe que va a contar muchas anécdotas de la nueva pareja real que no sé yo cómo le van a sentar al rey Felipe y a la reina Letizia porque lo que se anuncia es como una especie de violación de los niveles de confidencialidad de los que disfruta un ministro aunque algo me dice a mí que a este Bono desmelenado, sin amarres y teniéndose por guapo, todas esas cosas se la traen al pairo. Si acaso, se confiesa luego con su director espiritual y hasta otra.

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