Opinión

Expurgando el callejero

Creo haberlo escrito en multitud de ocasiones. No soy partidario de cambiar el nombre de las calles de ningún pueblo, municipio, ciudad o capital salvo por motivos extremos. Desgraciadamente, en nuestro país esas mudas son sumamente frecuentes, y demuestran lo que tantas veces nos ha distinguido en relación con otros países de nuestro entorno y nivel. Somos mutables, caprichosos, irreconciliables y por completo irrespetuosos con nuestra memoria histórica. Una memoria histórica que, al parecer, tiene única vigencia en nuestra guerra civil como si no hubiera hechos y personajes anteriores a este desventurado episodio que se mereciera el más firme desprecio. El estigma de la maldita contienda nos persigue ochenta años después, y seguimos marcados a sangre y fuego por una tragedia que debería ser materia de los historiadores y no arma arrojadiza que aplicar de forma habitual para avivar de tanto en tanto nuestro eterno desacuerdo.

He leído que Madrid va a cambiar el nombre de varias de sus calles y plazas todas ellas bautizadas con nombres y hechos relacionados con el franquismo. Se trata de un ejercicio que siempre desata dudas y personalmente me pregunto de quién depende determinar y definir cuáles se borran y cuáles permanecen. E ignoro sobre todo, qué criterios se siguen para afrontar el cambio. Sé, por ejemplo, que entre las que van a cambiar está la de los Hermanos Noblejas, que cruza Alcalá cerca de su tramo final. Es un ejemplo tomado al azar, pero los representantes del ayuntamiento madrileño que van a guiar esta operativo costoso y absurdo convendría que supieran que si bien la familia García Noblejas era una saga de falangistas toda ella, también es cierto que el padre fue asesinado en Paracuellos con 59 años, el mayor de los hermanos fue herido en la batalla de Brunete de tal gravedad que murió poco después, el tercero fue al frente, se apuntó a la División Azul y murió allí combatiendo. El siguiente fue acribillado defendiendo el cuartel de la Montaña a los 28 años, y el último fue asesinado por las milicias anarquistas con 23 en Villaviciosa de Odón. A lo mejor merecen que alguien les recuerde, como se recuerda a las Trece Rosas, las trece inocentes muchachas en flor asesinadas en las tapias del cementerio del Este por la barbarie franquista. Necesitamos reconciliarnos, no liarnos cada dos por tres.

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