Opinión

Fidelidad y tragaderas

No debe ser fácil a estas alturas de la película ejercer de ministro de Pedro Sánchez. Que el presidente del Gobierno se crea sus propias patrañas y acabe convencido de que la amnistía que pretende aplicar a los delitos de los independentistas pueda equipararse con el paso del tiempo a la ley del divorcio y la de matrimonios de ambos sexos, es uno de tantos argumentos fraudulentos que el entorno que piensa por el presidente le ha preparado para que pueda diluir la miseria que se encierra tras semejante planteamiento. Pero hacerlo propio y salir al exterior para explicarlo ya es el colmo de la fidelidad política. El sujeto al que ha correspondido esa difícil misión es Félix Bolaños. Bolaños, elegido por el presidente para viajar a la sede de las instituciones comunitarias y defender la tesis que predica la bondad sublime de semejante amnistía, ha tomado macuto y fusil y ha viajado al corazón mismo del sistema parlamentario europeo para expandir la divina visión de Sánchez que ya predice el futuro. No solo ha de hacer suya una solemne engañifa que no tiene defensa honesta, sino que ha de creérsela para poder transmitirla con propiedad y vigor ante un grupo de eurodiputados pertenecientes a la cúpula de poder de las instituciones continentales a los que este disparate les suena raro. La primera exigencia puede cumplirse y se basa en la fidelidad y la obediencia el líder, virtud que estoy seguro practica Bolaños porque en ello le va el sueldo. La segunda, la de creérsela ya es más difícil. Sánchez es a estas alturas, un visionario aquejado de un alarmante caos mental que compara dos leyes que contribuyeron a expresar un avance social imprescindible, con la impúdica trasgresión de un principio constitucional a cambio de un puñado de votos que le han permitido sucederse a sí mismo como presidente. Como dice Felipe González, siete votos tienen la culpa.

En semejantes circunstancias y observando el delirio que ya se manifiesta en el pensamiento calenturiento del presidente, ser su ministro es un ejercicio muy difícil. Además de fidelidad absoluta y ausencia expresa de oposición y autocrítica, exige tragaderas. Grandes como los ojos del puente de Triana, que acompaña el paso por Sevilla del río Guadalquivir. Bolaños tiene presente. Ya veremos si tiene futuro.

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