Opinión

Fútbol exótico

El registro efectuado por agentes especializados de la Guardia Civil tanto en la  sede de la Real Federación Española de Fútbol como en los domicilios particulares de un determinado número de sospechosos de su ámbito incluyendo el que se ha llevado a cabo a media mañana de ayer en la casa que posee en Granada el ex presidente Luis Rubiales, no es determinante para suponer que el organismo está contaminado hasta las cejas, pero sí introduce el germen de la duda razonable sobre la honorabilidad y el valor ético de las personas que  la han regido o bien que la siguen rigiendo que eso está aún por ver. El demoledor efecto que sobre un espectador normal ha podido producir la contemplación de partidos propios de la competición nacional jugados en exóticos marcos de Oriente Medio, no solo propone actividades paralelas al puro ejercicio competitivo como la consecución de operaciones comerciales de gran poderío económico aunque ajenas por completo al espíritu tradicional de nuestro fútbol –contemplar una final de la competición que enfrenta a nuestro campeón de Liga con nuestro campeón de Copa en un marco tan lejano como un estado de Arabia Saudí produce una natural extrañeza- sino que sugiere sospechas de transacciones con muchísimo dinero de por medio que colocan a la Federación en una situación límite. De hecho, los investigadores de la UCO se han llevado documentación relacionada con contratos irregulares que afectan a los cinco últimos años de gestión, que inciden en el traslado de la Supercopa a Arabia Saudí tras los acuerdos obtenidos por el presidente Rubiales y el empresario y ex futbolista Piqué, y que han propiciado la detención de siete personas, entre las que está Tomás González Cueto, hombre clave en el equipo gestor de Rubiales, quien probablemente se ha librado de la detención porque en el momento en que se personó en su casa la Benemérita, el ex presidente había salido zumbando y se había refugiado en la República Dominicana. Falta por saber si alguien le ha dado el quedo como dicen en el hampa. Da la impresión de que si uno apuesta unas cañas a que no vuelve el aperitivo puede salir de gañote. Esto se veía venir, eso sí. Entre unas cosas y otras, no ganamos para sustos.

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