Opinión

La Galicia Negra

Los veranos gallegos son unos veranos estupendos, plácidos, bendecidos por un clima delicioso en el que el calor no agobia como en otras latitudes, y en los que se disfruta de valores tan sugestivos como los que proporcionan un paisaje de ensueño tanto en la costa como en el interior, unas playas que están entre las mejores del planeta y una oferta gastronómica irresistible especialmente significada por unos productos que no admiten comparación. En el entorno de las cuatro provincias gallegas se pueden practicar todas las actividades imaginables al aire libre o bajo techo, se puede hacer vela, equitación, parapente, se puede jugar al tenis, al golf, se puede montar en bici, en moto, en barco, en karts, en patinete… Hasta aquí, todo correcto.

Por desgracia, y tras un enunciado que podría aplicarse sin desdoro a la redacción de cualquier guía turística, el verano gallego nos ofrece de forma casi indefectible, una situación tremenda que nada tiene que envidiar a los incendios forestales que no faltan y que ponen la nota de ansiedad de estío en estío. Este año, el país entero está pendiente de la suerte que el destino o su propia voluntad ha deparado a la joven Diana Quer, una muchacha de poco más de veinte años que veranea con su madre separada en A Pobra do Caramiñal, y que desapareció tras una fiesta y supuestamente en el camino que une el lugar de las celebraciones y su casa en una zona residencial situada en las afueras. El caso de Diana Quer ha revolucionado el planeta mediático y equipos de enviados especiales han desembarcado en el litoral arousano y han puesto patas arriba la bonanza y el suave discurrir de la vida cotidiana en este tranquilo pueblo de playa y veraneo.

Pero es que cada verano pasa algo y algo dramático y conmovedor que se convierte en primera plana de los programas matinales de las primeras cadenas de televisión y nos pone en la cresta de la ola. Un año es Asunta Basterra, otro un crimen horrendo en un chalé de Porto do Son, en otro se contabiliza la desaparición de una joven pontevedresa, y así… Siempre hay algo que nos conduce de cabeza a esa cara oculta de la crónica negra que tanto les gusta a los de fuera. Ya saben, la Galicia mágica, trágica, meiga, de sombras y sangre… la maldita leyenda.

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