Opinión

Gloria a un equipo de parias

He tenido que apretar la tecla de los saberes que proporciona la red para situar Leicester en el mapa y aprender que estamos en una ciudad situada en el centro geométrico de Inglaterra, con un censo aproximado de 290.000 habitantes y una zona de influencia urbana cercana al medio millón en cuya composición se dan cita comunidades procedentes de otras latitudes atraídas por el desarrollo de su industria, su estabilidad social y el carácter cordial y abierto de sus gentes. Si no fuera porque es la ciudad británica más alejada de cualquier punto de la costa en un país que es además isleño, en virtud de esos parámetros podría equipararse a Vigo.

También posee un equipo en Primera División. Respondiendo al mismo perfil social de la ciudad a la que representa desde la lejana fecha de su fundación en 1884, el Leicester City posee una plantilla multirracial confeccionada además de retales y desechos de tienta empezando por su entrenador, un peregrino del fútbol como Claudio Ranieri que a sus sesenta y cinco años ha entrenado en su país Italia, en España –llevó por dos veces al Valencia y entrenó al Atlético de Madrid- en Grecia, Inglaterra –fue entrenador del Chelsea en la temporada 2000- y Mónaco. Con ese equipo en el que abundan los veteranos, los dados inútiles por antiguas lesiones, los jóvenes rescatados de equipos de medio pelo, los descartes de los grandes, los desesperados de cesión en cesión y algún canterano, se han proclamado campeones.

Lo que comenzó siendo una anécdota celebrada por los grandes con una mueca sarcástica pensando que “ya caerán” y volverán a Segunda donde estaban hace tres temporadas, se ha convertido en un milagro. El equipo en el que conviven jugadores de trece nacionalidades distintas incluyendo a un veterano japonés, ha dejado sin aliento al panorama futbolístico internacional. El alcalde quiere cambiar el callejero de la ciudad y bautizar sus calles con los apellidos de esta heterogénea plantilla en la que su líder se llama de apellido Bebeagua–Danny Drinkwater para ser más exactos, al que el United fichó de juvenil y ha ido cediendo desde entonces desesperándolo- y en la que abundan los reconciliados con su profesión a la que se han abrazado tras años de andar dando tumbos. Gloria a esta banda de azul, y gloria y más gloria a Claudio Ranieri que los ha hecho campeones y, a continuación, se ha ido a Roma a comer con su anciana señora madre. Un crack

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